Acto de celebración del 32º aniversario del Partido del Progreso en Fuenlabrada. / Foto de Ricardo Aznar. |
El Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial que lidera
Severo Moto acaba de cumplir su 32º aniversario y sus dirigentes lo han
celebrado en un acto organizado en Fuenlabrada (Madrid) en el que reiteraron ante
militantes llegados de varios puntos del exilio su firme voluntad de seguir
luchando contra la dictadura de Obiang. Fui una de las invitadas al evento en
el que me pidieron que interviniese como testigo de las primeras andanzas del
partido y, sobre todo, de la iniciativa que en 1988 convirtió esta formación en
una referencia obligada de la política guineana: la operación Retorno en
Libertad con la que Moto y el fallecido abogado José Luis Jones, aterrizaron en
Malabo en un vuelo regular de Iberia con la intención de legalizar el partido
en su país.
La Operación Retorno en Libertad respondía a un llamamiento del presidente Obiang que había invitado a los opositores a sumarse al cambio democrático que acababa de anunciar a bombo y platillo confiando, quizás, en que nadie se iba a atrever a seguirle el juego. La razón de que yo fuese una de las pocas observadoras independientes que acompañó a Moto y su entonces mano derecha en este retorno frustrado por los modos nada tolerantes del dictador, tiene bastante que ver con las importantes complicidades que ya entonces contaba Obiang en Madrid, incluyendo todo el arco de las fuerzas políticas parlamentarias, de derecha a izquierdas, sin excepciones. Pero antes de dar cuenta de los datos que me llevaron a esta conclusión, hice una introducción respondiendo a una de las militantes guineanas más jóvenes que, poco antes de que comenzase el evento, me preguntó sobre las circunstancias que me habían llevado a compartir esa excepcional aventura con sus líderes.
La Operación Retorno en Libertad respondía a un llamamiento del presidente Obiang que había invitado a los opositores a sumarse al cambio democrático que acababa de anunciar a bombo y platillo confiando, quizás, en que nadie se iba a atrever a seguirle el juego. La razón de que yo fuese una de las pocas observadoras independientes que acompañó a Moto y su entonces mano derecha en este retorno frustrado por los modos nada tolerantes del dictador, tiene bastante que ver con las importantes complicidades que ya entonces contaba Obiang en Madrid, incluyendo todo el arco de las fuerzas políticas parlamentarias, de derecha a izquierdas, sin excepciones. Pero antes de dar cuenta de los datos que me llevaron a esta conclusión, hice una introducción respondiendo a una de las militantes guineanas más jóvenes que, poco antes de que comenzase el evento, me preguntó sobre las circunstancias que me habían llevado a compartir esa excepcional aventura con sus líderes.
Armengol Engonga poco antes del comienzo del evento./ Foto: R.Aznar | / |
Lo que muy poca gente sabía era que el acta fundacional del
Partido del Progreso tenía cuatro firmas, dos de ellas ecuatoguineanas y las
otras dos de españoles blancos. Hoy en día, que haya blancos uniendo fuerzas en
un proyecto político para lograr la democracia en un país africano, no es
excepcional. Pero, en aquella época en la que todavía estaba en boga en África
la retórica de los movimientos de liberación que unía presencia de blancos a
neocolonialismo a abatir, ese paso exponía al partido a ser un fácil blanco de
críticas sangrantes de parte de los propios africanos.
Severo Moto, sin embargo, había optado por ese gesto
valiente por coherencia con su su
lema favorito: “Hay que seguir la voz del pueblo”. Cuando se le preguntaba cómo
había identificado que esta voz iba por ese camino contestaba que las
pesadillas de los guineanos no tenían nada que ver con la colonización que, con
todos sus defectos, en los años sesenta había convertido a Guinea (sin tener a
mano los recursos de petróleo) en la segunda economía más próspera de África,
un paraíso que muchos guineanos de su generación aún recuerdan con
nostalgia. El corazón de los
guineanos, decía, tenía su identidad profundamente enraizada en la hispanidad,
hasta el punto de haber identificado su liberación de la opresión macíista con
la marcha de cubano y rusos y la vuelta de los españoles.
Severo Moto durante su intervención./ Foto: Ricardo Aznar. |
Si algo se reprochaba en su país a la madre patria española, solía decir, era el abandono sufrido tras
las elecciones con las que el gobierno del dictador Franco había culminado la
descolonización en 1968. Ese,
subrayaba, había sido el arranque de los verdaderos sufrimientos del pueblo
guineano, con la dictadura prosoviética de Francisco Macías, que había costado
la vida a miles de (entre 20.000 y 50.000, según las versiones). Pero, añadía el
dirigente guineano, lo importante no era mirar al pasado, que podía disculpar
por la impotencia de la España franquista ante el poderoso choque con que la
guerra fría había convertido Guinea en uno de sus campos de batalla.
Había que mirar al futuro, decía Moto subrayando eso sí, que
esa cooperación entre la madre patria y su antigua provincia debía
desarrollarse en pie de igualdad y
de mutua responsabilidad y respeto, borrando ese feo ejemplo que seguían dando
muchos países del África poscolonial, especialmente la francófona, donde los
blancos de la antigua metrópolis seguían llevando las riendas desde el fondo de
un despacho próximo al del ministro de turno mientras sus tutelados se llenaban
la boca con una hueca retórica a favor de la recuperación de la “autenticidad”
africana.
Los miembros del Gobierno ecuatoguinano en el exilio pidieron a la autora de este artículo que posase con ellos. /Foto:Ricardo Aznar. |
Pero Moto (ferviente católico practicante) había logrado convencer a la mayoría de sus compañeros de que la opción demócrata cristiana era la que mejor sintonizaba con el sentir mayoritario de su pueblo, que se ha convertido en uno de los más firmes baluartes de la Iglesia católica frente a la creciente presión proselitista del islamismo en el África occidental. En un momento en que el muro de Berlín todavía seguía en pie y los guineanos todavía tenían muy reciente el trauma de la dictadura con retórica seudomarxista de Macías, era evidente que esa voz del pueblo huía despavorida de cualquier etiqueta política que les evocase esa pesadilla de terror a lo Pol Pot.
Severo Moto con su esposa Margarita, una nieta y la autora. /Foto:R. Aznar. |
Moto y los demás dirigentes confiaron en que el PSOE, como
suele hacerse en términos geopolíticos, dejaría a un lado las diferencias
ideológicas y valoraría su probada
militancia a favor de la vuelta y permanencia de la influencia española en
Guinea Ecuatorial. Se equivocó ya que Felipe González prefirió mirar hacia otro
lado mientras Obiang, en continuidad con el antiespañolismo de su antecesor,
estaba consolidando el giro con que había incluido el país en la zona del
franco francés, imponiendo una
francofonización que acabó siendo frustrada por la férrea resistencia del
sentimiento prohispano de los guineanos.
No faltó quien le reprochó a Moto de haber pecado de ingenuo y falta de realismo polítoc por esa decisión que marcó desde entonces la actitud hostil del PSOE hacia la formación. El líder opositor sigue todavía hoy asegurando que, de haberse arrepentido, hubiese podido aprovechar las muchas ofertas que siguió recibiendo del socialismo para pasarse a su bando. Su actual número dos, Armengol Engonga suele decir que esta firmeza es lo que distingue el Partido del Progreso de otras fuerzas opositoras que acabaron perdiéndose en el camino de la lucha.
Fui testigo en 1988 de cómo estas convicciones no siempre fueron correspondidas por los partidos españoles hermanos. A finales de los ochenta, su escaso apoyo obligó a que la incorporación a la Internacional Demócrata Cristiana del partido guineano se hiciese dando un rodeo a la madre patria, buscando apoyos en los países de la América hispana. También falló su solidaridad en la Operación Retorno en Libertad. Pero eso, lo dejo para otra ocasión.
No faltó quien le reprochó a Moto de haber pecado de ingenuo y falta de realismo polítoc por esa decisión que marcó desde entonces la actitud hostil del PSOE hacia la formación. El líder opositor sigue todavía hoy asegurando que, de haberse arrepentido, hubiese podido aprovechar las muchas ofertas que siguió recibiendo del socialismo para pasarse a su bando. Su actual número dos, Armengol Engonga suele decir que esta firmeza es lo que distingue el Partido del Progreso de otras fuerzas opositoras que acabaron perdiéndose en el camino de la lucha.
Fui testigo en 1988 de cómo estas convicciones no siempre fueron correspondidas por los partidos españoles hermanos. A finales de los ochenta, su escaso apoyo obligó a que la incorporación a la Internacional Demócrata Cristiana del partido guineano se hiciese dando un rodeo a la madre patria, buscando apoyos en los países de la América hispana. También falló su solidaridad en la Operación Retorno en Libertad. Pero eso, lo dejo para otra ocasión.