El presidente Mariano Rajoy en el encuentro que mantuvo ayer con el dictador Teodoro Obiang. / Pool Moncloa. |
Mariano Rajoy ha aterrizado en la antigua Santa Isabel de Guinea Ecuatorial. Según la versión oficial, el presidente del Gobierno español no ha hecho este viaje para hablar con el indeseable dictador Teodoro Obiang sino para asistir a la XXIII cumbre de la Unión Africana que este año se celebra en el único país hispanohablante africano al sur del Sáhara. En los informativos de Televisión Española se da la noticia de la intervención española en la cumbre, como si fuese lo normal contar con tan alta representación a una reunión en la que no va a haber más mandatario de la Unión Europea que el nuestro.
El énfasis que ahora se está poniendo desde el Ministerio de Exteriores en lo importante que debe ser para España estrechar vínculos con el continente africano, contrasta con el escaso interés mostrado por el Gobierno español por la XXI cumbre que hace un año, por estas mismas fechas, se celebró en Addis Abeba, la capital de Etiopía. Ese, sin embargo, sí fue un evento muy especial (como ya contamos aquí), ya que los países miembros de la Unión Africana celebraban con gran solemnidad el 50º aniversario de la fundación de su organización.
El secretario de Estado estadounidense John Kerry, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la presidenta brasileña Dilma Rousseff, el vice primer ministro chino Wang Yang (como enviado del presidente Xi Jinping) o el presidente francés François Hollande acudieron a Addis Abeba para resaltar la importancia que tiene en las agendas de sus Gobiernos un continente del que ya no sólo se habla con motivo de hambrunas y guerras sino como polo de desarrollo económico. Lo normal, es que Rajoy o García Margallo no se hubiesen quedado atrás. Pero, la representación española se limitó a una delegación encabezada por el director de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo AECID, Juan López-Dóriga. En la prensa, como es lógico, no se dedicó ni una línea a tan bajo nivel de representación en la XXI cumbre africana.
El presidente Rajoy a su llegada esta madrugada a Malabo, antigua Santa Isabel. /Pool Moncloa |
No es que en Madrid no se hubiesen enterado el año pasado de la importancia del evento para la política africana. Durante la semana de los festejos del cumpleaños de la organización, la página en Internet del Ministerio de Exteriores lució una vistosa felicitación para lo que se calificaba de aniversario histórico con un enérgico mensaje: “España, muy comprometida con África” (aquí lo pueden consultar). Del contenido de este texto se deducía que la diplomacia de Rajoy había tomado nota de los datos económicos con los que el Banco Mundial acababa de reiterar sus esperanzas de que el continente se convierte en un “león” de la economía emergente ya que, pese a la tormenta financiera internacional, África no sólo ha crecido sino que se prevé que lo siga haciendo a un ritmo del 5% en los próximos dos años. De hecho, en su felicitación escrita no sólo hablaba de solidaridad sino que ponía el debido énfasis en los cambios positivos que están haciendo posible que África, sea por fin “un continente en plena expansión” y “una región de enormes posibilidades”.
También se aludió entonces a la posición privilegiada que tiene España para profundizar en las relaciones económicas con África por su vecindad al continente. Pero, a la hora de la verdad, se fue para Addis Abeba el responsable de la Cáritas gubernamental y con un discurso que bien podría haber hecho Zapatero, identificando acción exterior en África con “solidaridad y compromiso con el desarrollo del continente”.
Ahora la diplomacia española se está desviviendo porque la opinión pública comprenda este encuentro africano es una valiosa oportunidad para lograr los votos que España necesitará en la ONU el próximo otoño para lograr el asiento al que aspira en el Consejo de Seguridad. Pero, o Rajoy y García Margallo acaban de descubrir que más de una cuarta parte de los votos de la Asamblea General están en África, o hay gato encerrado en este viaje. Todo apunta a que tiene que ver más con el petróleo que maneja como propiedad privada el dictador Obiang, que con la importancia para los intereses de España de la Unión Africana.
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