El secretario general Ban Ki-moon y su enviado para el Sáharaa Occidental, el diplomático estadounidense Christopher Ross. |
El borrador de resolución para el Sáhara Occidental propuesto por EE UU para el Sáhara Occidental ya ha tenido sus efectos sobre terreno. El más evidente, es el
de los aspavientos de disgusto de Marruecos. Otro, menos visible pero igualmente importante, es que la ola de optimismo que ha generado entre los
simpatizantes de la causa saharaui, ha desviado la atención del último informe
del Secretario General de la ONU sobre la situación en el Sáhara Occidental. Un
texto (aquí lo tenéis) que perfila un triunfo diplomático marroquí en la vertiente política del
conflicto, causa del mismo y de las violaciones de los derechos humanos.
Se supone que este nuevo informe es el documento base para los debates que, el próximo día 25, desembocarán en una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para el Sáhara Occidental. El borrador presentado por EEUU, en principio se dirige a solventar una de las consecuencias del conflicto la violación de los derechos humanos intentando ampliar las competencias de los cascos azules para que monitoricen los atropellos. Pero por muy cruel que sean las violaciones de los derechos humanos, no hay que perder de vista que son las causas del conflicto las que condicionan cuáles deben ser las medidas que den la solución que acabe con el mal definitivamente.
El problema de este informe de Ban Ki-moon, creo yo, es que si alguien nuevo en la materia tuviese que enterarse de cuál es el objetivo de la MINURSO (Misión de la ONU para el Referéndum del Sáhara Occidental) difícilmente tendría claro, tras la lectura de las 28 páginas que integran este texto, de dos cuestiones fundamentales: que el Sáhara Occidental es un territorio invadido y ocupado ilegalmente por Marruecos que controla el territorio violando los principios fundamentales de la Carta de la ONU y, en segundo lugar, que el objetivo de la MINURSO, cuando fue desplegada en el Sáhara Occidental en 1991, era la organización de un referéndum de autodeterminación. No se trata de una consulta propuesta por los saharauis sino de la medida que exige el cumplimiento de ese derecho inalienable que la propia ONU y un dictamen del Tribunal de La Haya reconocieron tiene el pueblo saharaui para decidir libremente si ser un Estado soberano, o adherirse a cualquier otra de las alternativas posibles.
Digo “era” porque da la impresión en este texto de que el plan inicial de la misión ha sufrido un cambio de planteamiento. Ban Ki-moon parece inclinarse por la tesis marroquí que asegura que el principal cometido de la MINURSO no es el referéndum sino una tarea militar que se centra en garantizar el alto el fuego. De hecho, la consulta es citada sólo transversalmente y queda reducida a la categoría de una posible opción, la del Frente Polisario frente a la opción marroquí anexionista de la autonomía.
La idea que uno saca de este texto es que hay dos "partes" en el conflicto, con la misma legitimidad y derecho a ser escuchado por la comunidad internacional: el Frente Polisario y Marruecos. No hay elementos que dejen claro que el pueblo saharaui en esta historia es la víctima y que los marroquíes son sus agresores que ocupan el Sáhara Occidental cometiendo una flagrante violación del derecho internacional que la ONU nació para hacer cumplir.
El texto se adecua así a ese soniquete tergiversador que se ha abierto camino en la ONU de que la solución al conflicto debe ser "justa y mutuamente aceptable", es decir, tan aceptable para el ladrón como la víctima, y no la del cumplimiento de la Ley. Consecuentemente, ya no se habla de cómo celebrar un referéndum torpedeado desde 1991 por Marruecos, sino de una solución negociada entre “las partes”.
En el punto 111 del informe, de hecho, Ban Ki-moon “insta” a que saharauis y marroquíes entablen negociaciones. Lo hace diciendo algo que resulta preocupante: “En ese empeño, cada una de las partes debe aceptar que ninguna de ellas verá satisfechas todas sus demandas: más bien tendrán que aplicar una lógica de toma y daca”. Es decir, que cada “toma” de una parte, deberá ser correspondido por un “daca” del contrario.
Podría seguir hablando de lo muy favorable a las tesis del expansionismo marroquí que resulta la semántica de este informe. Pero, para que no se diga que sólo veo lo malo, añadiré que también hay cuestiones positivas para la parte polisaria. Por ejemplo, la iniciativa con la que Ban Ki-moon le ha exigido (¡por fin tras 22 años!) a Marruecos que retire sus banderas de las inmediaciones de la sede de la MINURSO en El Aaiún o que no imponga las matrículas marroquíes en los vehículos onusianos. Seguro que ambas medidas tendrán un importante impacto psicológico en la población saharaui de la zona ocupada.
En el plano optimista, también está ese referencia a favor de que los cascos azules no tengan que mirar hacia otro lado cuando se violan los derechos humanos en la onda con el proyecto de resolución de EEUU.
Estos dos elementos son los que explican que los dirigentes del Polisario hayan dicho que el informe es “equilibrado”, aunque tibio. En clave positiva, sin embargo, por mi parte destacaría el punto 23 en el que consta que el presidente argelino Abdelaziz Buteflika se niega a que haya un referéndum que no de a los saharauis la opción de votar por la independencia. Este es un motivo de tranquilidad para los prosaharauis ya que Francia ahora necesita contar con el apoyo de Argelia de cara a su intervención en Malí y se supone que va a evitar posibles enfrentamientos con Buteflika en el escenario del conflicto saharaui.
Sin embargo, en esa dinámica del “toma y daca” que marca Ban Ki-moon en una salida por la vía de la negociación de las partes, hay que planterse qué margen le quedaría al Frente Polisario a la hora de cumplir con su “daca” ante un posible “toma” marroquí en el asunto de los derechos humanos. Ya hemos dicho en la 1ª parte que, pese a las apariencias, es posible que la ampliación de competencias de la MINURSO propuesta por EEUU, aunque en una versión descafeinada, acabe imponiéndose.
Aplicando el discurso de Ban Ki-moon el Polisario deberá entonces hacer una concesión a la altura del supuesto “sacrificio” que le supondría al rey Mohamed VI ceder en los derechos humanos, una concesión cuya supuesta importancia va adquiriendo entidad a medida que el majzén multiplica sus públicos pataleos al tradicional aliado estadounidense responsable del proyecto de resolución. A diferencia de ese otro informe en el que parecía haber introducido cambios en su discurso y roto el silencio sobre los incumplimientos marroquíes con la ONU, en este texto Ban Ki-moon hace borrón y cuenta nueva. No se dice ni mu de las continuas concesiones que, desde 1991, el Frente Polisario ha ido haciendo sin lograr ningún “daca” a cambio dejando el posible saco de sus "dacas" mermado a las cuestiones fundamentales de la celebración del referéndum y el derecho a la autodeterminación.
Esperemos que el presidente Obama tenga previsto algo al respecto. Un “daca” que alargue la perspectiva de una solución conforme a derecho, podría dar al traste con el efecto beneficioso que el "triunfo" polisario en materia de derechos humanos está teniendo entre la juventud saharaui, aplacando momentáneamente ese descontento que en la ONU tanto temen ahora que la inestabilidad reina en la región.
Se supone que este nuevo informe es el documento base para los debates que, el próximo día 25, desembocarán en una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para el Sáhara Occidental. El borrador presentado por EEUU, en principio se dirige a solventar una de las consecuencias del conflicto la violación de los derechos humanos intentando ampliar las competencias de los cascos azules para que monitoricen los atropellos. Pero por muy cruel que sean las violaciones de los derechos humanos, no hay que perder de vista que son las causas del conflicto las que condicionan cuáles deben ser las medidas que den la solución que acabe con el mal definitivamente.
El problema de este informe de Ban Ki-moon, creo yo, es que si alguien nuevo en la materia tuviese que enterarse de cuál es el objetivo de la MINURSO (Misión de la ONU para el Referéndum del Sáhara Occidental) difícilmente tendría claro, tras la lectura de las 28 páginas que integran este texto, de dos cuestiones fundamentales: que el Sáhara Occidental es un territorio invadido y ocupado ilegalmente por Marruecos que controla el territorio violando los principios fundamentales de la Carta de la ONU y, en segundo lugar, que el objetivo de la MINURSO, cuando fue desplegada en el Sáhara Occidental en 1991, era la organización de un referéndum de autodeterminación. No se trata de una consulta propuesta por los saharauis sino de la medida que exige el cumplimiento de ese derecho inalienable que la propia ONU y un dictamen del Tribunal de La Haya reconocieron tiene el pueblo saharaui para decidir libremente si ser un Estado soberano, o adherirse a cualquier otra de las alternativas posibles.
Digo “era” porque da la impresión en este texto de que el plan inicial de la misión ha sufrido un cambio de planteamiento. Ban Ki-moon parece inclinarse por la tesis marroquí que asegura que el principal cometido de la MINURSO no es el referéndum sino una tarea militar que se centra en garantizar el alto el fuego. De hecho, la consulta es citada sólo transversalmente y queda reducida a la categoría de una posible opción, la del Frente Polisario frente a la opción marroquí anexionista de la autonomía.
La idea que uno saca de este texto es que hay dos "partes" en el conflicto, con la misma legitimidad y derecho a ser escuchado por la comunidad internacional: el Frente Polisario y Marruecos. No hay elementos que dejen claro que el pueblo saharaui en esta historia es la víctima y que los marroquíes son sus agresores que ocupan el Sáhara Occidental cometiendo una flagrante violación del derecho internacional que la ONU nació para hacer cumplir.
El texto se adecua así a ese soniquete tergiversador que se ha abierto camino en la ONU de que la solución al conflicto debe ser "justa y mutuamente aceptable", es decir, tan aceptable para el ladrón como la víctima, y no la del cumplimiento de la Ley. Consecuentemente, ya no se habla de cómo celebrar un referéndum torpedeado desde 1991 por Marruecos, sino de una solución negociada entre “las partes”.
En el punto 111 del informe, de hecho, Ban Ki-moon “insta” a que saharauis y marroquíes entablen negociaciones. Lo hace diciendo algo que resulta preocupante: “En ese empeño, cada una de las partes debe aceptar que ninguna de ellas verá satisfechas todas sus demandas: más bien tendrán que aplicar una lógica de toma y daca”. Es decir, que cada “toma” de una parte, deberá ser correspondido por un “daca” del contrario.
Podría seguir hablando de lo muy favorable a las tesis del expansionismo marroquí que resulta la semántica de este informe. Pero, para que no se diga que sólo veo lo malo, añadiré que también hay cuestiones positivas para la parte polisaria. Por ejemplo, la iniciativa con la que Ban Ki-moon le ha exigido (¡por fin tras 22 años!) a Marruecos que retire sus banderas de las inmediaciones de la sede de la MINURSO en El Aaiún o que no imponga las matrículas marroquíes en los vehículos onusianos. Seguro que ambas medidas tendrán un importante impacto psicológico en la población saharaui de la zona ocupada.
En el plano optimista, también está ese referencia a favor de que los cascos azules no tengan que mirar hacia otro lado cuando se violan los derechos humanos en la onda con el proyecto de resolución de EEUU.
Estos dos elementos son los que explican que los dirigentes del Polisario hayan dicho que el informe es “equilibrado”, aunque tibio. En clave positiva, sin embargo, por mi parte destacaría el punto 23 en el que consta que el presidente argelino Abdelaziz Buteflika se niega a que haya un referéndum que no de a los saharauis la opción de votar por la independencia. Este es un motivo de tranquilidad para los prosaharauis ya que Francia ahora necesita contar con el apoyo de Argelia de cara a su intervención en Malí y se supone que va a evitar posibles enfrentamientos con Buteflika en el escenario del conflicto saharaui.
Sin embargo, en esa dinámica del “toma y daca” que marca Ban Ki-moon en una salida por la vía de la negociación de las partes, hay que planterse qué margen le quedaría al Frente Polisario a la hora de cumplir con su “daca” ante un posible “toma” marroquí en el asunto de los derechos humanos. Ya hemos dicho en la 1ª parte que, pese a las apariencias, es posible que la ampliación de competencias de la MINURSO propuesta por EEUU, aunque en una versión descafeinada, acabe imponiéndose.
Aplicando el discurso de Ban Ki-moon el Polisario deberá entonces hacer una concesión a la altura del supuesto “sacrificio” que le supondría al rey Mohamed VI ceder en los derechos humanos, una concesión cuya supuesta importancia va adquiriendo entidad a medida que el majzén multiplica sus públicos pataleos al tradicional aliado estadounidense responsable del proyecto de resolución. A diferencia de ese otro informe en el que parecía haber introducido cambios en su discurso y roto el silencio sobre los incumplimientos marroquíes con la ONU, en este texto Ban Ki-moon hace borrón y cuenta nueva. No se dice ni mu de las continuas concesiones que, desde 1991, el Frente Polisario ha ido haciendo sin lograr ningún “daca” a cambio dejando el posible saco de sus "dacas" mermado a las cuestiones fundamentales de la celebración del referéndum y el derecho a la autodeterminación.
Esperemos que el presidente Obama tenga previsto algo al respecto. Un “daca” que alargue la perspectiva de una solución conforme a derecho, podría dar al traste con el efecto beneficioso que el "triunfo" polisario en materia de derechos humanos está teniendo entre la juventud saharaui, aplacando momentáneamente ese descontento que en la ONU tanto temen ahora que la inestabilidad reina en la región.
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