Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional

martes, 2 de abril de 2013

Hollande visita a Mohamed VI para que no haya dudas: la relación franco-marroquí sigue siendo muy especial


El  primer ministro Jean-Marc Ayrault durante su visita en diciembre a Casablanca donde inauguró el tranvía construido por empresas francesas.


La prensa oficialista marroquí está dando mucho bombo a la visita de dos días que el presidente francés Hollande inicia hoy en Casablanca. El mensaje de sus titulares tiende a destacar que Marruecos sigue siendo el socio favorito de Francia en el Magreb, entre otras cosas, por su estabilidad a prueba de primaveras árabes que se supone ha capeado gracias al plan de reformas políticas emprendido por Mohamed VI.

El ensalzamiento que este enfoque permite hacer de la capacidad de liderazgo y sabiduría de Mohamed VI, dando a entender que él no es un líder susceptible de correr la suerte de un Ben Ali o un Muammar el Gaddafi, deja en un muy segundo plano la polémica e irritación que en diciembre desencadenó en Rabat que Hollande rompiese la tradición por la que la tradicionalmente el primer viaje de un presidente francés al Magreb tiene como destino Rabat. Hollande no sólo no cumplió con el ritual sino que cambió Rabat por Argel, en un gesto sin precedentes que pretendía restablecer una equidad, al menos simbólica, en las relaciones francesas entre los dos estados rivales, escenificando el desagravio con el que, desde la descolonización, Marruecos ha sido el ojito derecho de la Françafrique, premiado y mimado por su docilidad y colaboración a costa de los intereses argelinos.

Tan importante es para el majzén ser el favorito de la madre patria en el Magreb, que Hollande tuvo que dar explicaciones al Gobierno marroquí de por qué, por una vez, ir a Argelia primero, no suponía un cambio de ritmo en las relaciones franco-marroquíes. Fue así como tuvo que enviar a Marruecos, antes de su visita a Argel, al primer ministro Jean-Marc Ayrault acompañado de “una delegación importante” para decir alto y claro que Rabat nada “tiene que temer de un diálogo más estrecho entre París y Argel” porque la asociación entre Francia y Marruecos es muy “especial”.

Hollande durante su visita en Argelia junto al presidente Butefkika.
Hollande no podía permitirse malentendidos con Mohamed VI. Marruecos es desde hace años un peón valiosísimo para la estrategia exterior francesa  y las primaveras de Libia o Siria han sido un buen ejemplo de lo rápido que cambia de bando la diplomacia alauita, dando la espalda a antiguos “amigos”, con tal de seguir el rumbo francés. Por eso para Hollande ha sido extremadamente oportuno que Marruecos ocupase un puesto entre los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad coincidiendo con la puesta en marcha de los planes que han desembocado en el despliegue militar francés en el norte de Malí.

El rey Mohamed VI, por su parte, tampoco está para enfados con la potencia que ha demostrado ser su principal aliada a la hora de mantener la ocupación ilegal del Sáhara Occidental. Además, para el monarca es fundamental mostrar a su opinión pública que cuenta con apoyos fuertes entre las superpotencias, no vaya a ser que cunda la sospecha de que se ha quedado solo: el fracaso en su intento de lograr la dimisión del diplomático estadounidense Christopher Ross del cargo de enviado de la ONU para el Sáhara Occidental, podría ser interpretado como un síntoma de que ya no cuenta con el poder que tuvo su padre Hassán II en Washington.

El presidente francés en la ciudad argelina de Tlemcén donde finalizó su visita argelina.
La prensa oficialista rabatí da ahora muchas explicaciones para atenuar la importancia de ese acercamiento franco-argelino, destacando lo “especial” y excepcional” que sigue siendo la relación franco-marroquí, pidiendo comprensión por la prioridad dada por Hollande a Argelia ante la urgencia que suponía para la solución de la crisis maliense que el presidente Buteflika dejase de oponerse a la intervención francesa; o que se regodee en las declaraciones con las que el portavoz del Elíseo, Romaní Nadal haya subrayado que Francia está decidida a recuperar el terreno perdido este año en el plano comercial por “razones coyunturales”, y recuperar la plaza de primer país exportador a Marruecos que España le ha arrebatado en 2012.

Aunque seguro que, además de negocios, Hollande y Mohamed VI hablarán mucho de la resolución que el Gobierno francés intenta que el Consejo de Seguridad apruebe este mes sobre Malí para que la ONU tome el relevo a sus tropas con una fórmula de cascos azules que libere a Francia del gasto que le supone la Operación Serval pero le otorgue el control de la intervención internacional. Por supuesto, también hablarán del Sáhara Occidental y del debate que el Consejo de Seguridad de la ONU tiene que celebrar próximamente para decidir si renovar o no la MINURSO, la Misión de la ONU para el Referéndum.

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