Fuerzas rebeldes en el norte de la República Centroafricana en 2004. |
Llama la atención que el presidente francés Hollande, rechazase la petición de ayuda que el presidente centroafricano François Bozizé le hizo para que las tropas franceses acudiesen en su ayuda y frenasen el avance de los guerrilleros del Seleka (Alianza) que lo han acabado derrocando este fin de semana.
Bozizé había pretendido al fin y al cabo lo mismo que ha logrado en Malí, su colega Diancounda Traoré, al que las tropas francesas están ayudando a recuperar el control del Azawad que el Gobierno de Bamako había perdido con la secesión tuareg. Pero así como Hollande, para intervenir en Malí, las responsabilidades históricas que Francia tiene como antigua potencia colonial, el cumplimiento de los compromisos en materia de seguridad existentes entre los dos países y la necesidad de impedir que las bandas islamistas impusiesen su voluntad por la vía de las armas, en el caso de la República Centroafricana, no quiso saber nada.
“Se acabaron los tiempos de la Françafrique”, le contestó Hollande aludiendo al fin de una era en que, desde París, se acudía con tropas a salvar a los dictadores de los estados africanos amigos. A Bozizé, evidentemente, no le gustó ese doble rasero con el que a él le presionaban para que negociase con la guerrilla de Seleka, mientras Hollande y su ministro de Exteriores Fabius, rechazaban tajantemente la vía de la negociación entre las partes enfrentadas, prescrita para Malí por las resoluciones de la ONU, alegando que no había “nada que discutir con terroristas”.
Bozizé, pertenece a esa estirpe de autócratas africanos indeseables que llevaba diez años gobernando y luciendo un execrable historial en materia de valores democráticos y derechos humanos. Su situación no era mucho más criticable que la de su antiguo colega y aliado, el presidente chadiano Idriss Déby que, entre sus crímenes tiene el de haber entregado a Bozizé, en 2009, su principal enemigo, el dirigente opositor Charles Massi que, tras ser detenido en el sur de Chad, desapareció en las cárceles centroafricanas. Pero Déby, tras una temporada de difíciles relaciones en París, ha logrado cierta indulgencia del Gobierno de Hollande en relación a sus métodos de gobierno, a raíz del importante papel que ha jugado en favor de los intereses franceses con el envío a Malí de unos 2.000 hombres.
François Bozizé con el entonces presidente Sarkozy en 2010. /
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Con estos argumentos a su favor, Bozizé volvió a insistir desplegando curiosas estrategias: manifestaciones de mujeres en Bangui pidiendo al Seleka que cesara las hostilidades o el asalto por parte de un grupo teledirigido desde el palacio presidencial a la sede de la embajada francesa de Bangui pidiendo que la intervención militar gala salvase al pueblo de nuevos sufrimientos.
Ni por esas: Hollande se mantuvo en sus trece. “Estamos ahí para proteger a nuestros expatriados y nuestros intereses”, dijo tajante al subrayar que la base no está "para ayudar al régimen" y que Francia no iba a hacer nada que tuviese que ver con una injerencia en los asuntos internos de la República Centroafricana. Eso sí, en París decidieron reforzar su contingente con el envío de 150 paracaidistas.
Es comprensible que el ex presidente se lo tomase muy mal acusando a Francia de conspirar en su contra. Seguramente, no se creyó la versión con la que algunos analistas aseguraron que la República centroafricana era la prueba de fuego de un cambio de política de Hollande respecto al patio trasero africano, con el que marcar un antes y un después respecto a su antecesor Sarzozy. Sabemos que Bozizé salvó la vida huyendo a Camerún en un helicóptero pero, hasta el momento, no hay pistas de que haya averiguado por qué en Malí sí, y con el no.
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