Paracaidistas franceses durante la toma de Tombuctú el pasado 29 de enero. / Ministerio de Defensa de Francia
A principios de febrero, el ministro de Exteriores del Gobierno de transición de Malí, Tièman Coulibaly, declaró a un medio francés que estaba más que confirmada la presencia de cientos de combatientes saharauis procedentes de los campamentos de refugiados del Frente Polisario luchando con las fuerzas del terrorismo islamista que se habían hecho fuertes en el norte del país. Ahora, la noticia de que hay un saharaui procedente de los campamentos polisarios de Tinduf entre los prisioneros hechos por los militares franceses que están ayudando al Gobierno de Bamako contra los supuestos terroristas, pretende convertirse en la “prueba” que faltaba para demostrar la tesis de Coulibaly.
La noticia ha aparecido de forma transversal en las
informaciones que dan como “probable” que Mojtar ben Mojtar y Abu Zeid, dos
supuestos líderes del yihadismo de Al Aqmi, franquicia de Al Qaeda en el
Magreb, hayan caído en los duros combates que las fuerzas francesas, con apoyo
de sus aliados del Chad, siguen librando en el Azawad maliense. Lo que en
muchos diarios españoles se ha dado como noticia confirmada, sigue siendo
objeto de serias dudas en la galaxia mediática francesa donde primero dieron
las fotos a bombo y platillo de dos cadáveres identificados como los dos
cabecillas, y ahora se discute si verdaderamente son ellos o unos beduinos
cualquiera.
En el marco de
esta polémica sobre quiénes son realmente los que aparecen en estas fotos,
(el propio Gobierno de Hollande ha aconsejado “prudencia” hasta tener pruebas
solventes), el diario francés Le Figaro se ha alineado con el frente del casi seguro
que sí publicando el testimonio de un tuareg que asegura haber estado en el lugar de los
hechos durante el bombardeo de la aviación francesa en las montañas de Tigharghar,
el pasado 23 de febrero, en el que se supone cayó Abu Zeid junto con más de 40
de sus seguidores. En su relato, este superviviente de las bombas dice haber
sido testigo de la muerte del emir yihadista antes de caer prisionero de los
soldados franceses que capturaron a otros seis supervivientes, cuatro jóvenes
originarios de la zona, un argelino, un mauritano y un “polisario”.
Por el momento, Coulibaly no ha hecho nuevas declaraciones
al respecto. Pero la prensa del majzén, sus periodistas a sueldo y aliados
voluntariosos en España, Mauritania, Francia o EEUU (algunos de ellos
disfrazados de “alternativos”), se ha lanzado a sacar punta al dato del
prisionero saharaui “separatista”. Un ejemplo de ello es este escrito firmado
por Katherine Junger, una supuesta analista de una ONG/web que sólo habla
de violaciones de derechos humanos en el Sáhara Occidental para culpar de
torturadores a los dirigentes del Frente Polisario: el cautivo
saharaui se convierte en la punta del iceberg de las “masivas informaciones”
procedentes del frente maliense, gracias a la intervención francesa, que no dejan
lugar a dudas de que el Polisario “es ahora uno de los brazos del terrorismo
armado sahelo-sahariano y la pantalla de una política argelina que contempla la
desestabilización de toda la región y en especial, la de su vecino marroquí”.
Objetivo del majzén: asociar al Polisario con el yihadismo
El ministro Tiéman Coulibaly (a la derecha) con Laurent Fabius en París.
foto:
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Hace tiempo que en Rabat trabajan en este tipo de mensaje que asocia al Polisario con el terrorismo islamista. El mismo día del sangriento 11-M en Madrid, desde Rabat lanzaron un comunicado (divulgado por RTVE) que relacionaba el bombardeo de Atocha con la “falta de seguridad” que supuestamente genera que el territorio saharaui no sea anexionado a Marruecos. Menos mal (para el Polisario) que no apareció ningún saharaui involucrado en el atentado. Sí hubo en cambio varios implicados marroquíes a los que sus conexiones con el majzén han hecho que, desde muchos frentes, incluyendo el sindicato policial del SUP, se relacionase el papel de estos marroquíes más con los servicios de inteligencia de Mohamed VI que no con el radicalismo religioso islamista.
Ahora, sin embargo, la Operación Serval en Malí le ha dado al majzén nuevos alicientes para movilizar a sus apoyos mediáticos y diplomáticos en una campaña que va mucho más allá de su inicial defensa del argumento de que el pueblo saharaui (dicen sus esbirros) tiende al fanatismo islamista y que consentir un Estado del Sáhara Occidental independiente conducirá al establecimiento de un Irán ayatolítico.
En Rabat están encantados con que Francia, ferviente partidaria de la “solución autonómica” para el Sáhara Occidental, pese a la resistencia internacional, haya al final logrado intervenir en Malí para salvar a la clase política reinante en Bamako, valioso peón de su política francoafricana en la que orbita Mohamed VI, y evitar la secesión del Azawad de los tuareg. Pero a Mohamed VI no sólo le complace comprobar que Hollande sigue fiel a la tradicional política neocolonial francesa que nunca abandona a sus fieles aliados.
La Operación Serval le hace soñar con la posibilidad de que Hollande repita la jugada a su favor, librándole de los “terroristas” (como dice él) del Frente Polisario y de los apuros que le está causando el enviado especial de Ban Ki-moon, el diplomático estadounidense Christopher Ross al que, por cierto, en Rabat acaban de acusar de nuevo de falta de objetividad por no compartir esta visión política.
Mohamed VI le da vueltas a cómo Francia se ha salido con la suya, interviniendo en Malí sin un mandato de la ONU porque se supone que no se necesitan resoluciones cuando se enarbola un grave riesgo para la seguridad internacional. Y, suspirando ante las imágenes de los paracaidistas franceses "reconquistando" Tombuctú, no tiene dudas: "Lo mismo pueden hacer conmigo, si convencemos al mundo de que el Frente Polisario es una filial de Al Qaeda". Habrá que ver si Hollande está por la labor de seguirle el juego.
Ahora, sin embargo, la Operación Serval en Malí le ha dado al majzén nuevos alicientes para movilizar a sus apoyos mediáticos y diplomáticos en una campaña que va mucho más allá de su inicial defensa del argumento de que el pueblo saharaui (dicen sus esbirros) tiende al fanatismo islamista y que consentir un Estado del Sáhara Occidental independiente conducirá al establecimiento de un Irán ayatolítico.
En Rabat están encantados con que Francia, ferviente partidaria de la “solución autonómica” para el Sáhara Occidental, pese a la resistencia internacional, haya al final logrado intervenir en Malí para salvar a la clase política reinante en Bamako, valioso peón de su política francoafricana en la que orbita Mohamed VI, y evitar la secesión del Azawad de los tuareg. Pero a Mohamed VI no sólo le complace comprobar que Hollande sigue fiel a la tradicional política neocolonial francesa que nunca abandona a sus fieles aliados.
La Operación Serval le hace soñar con la posibilidad de que Hollande repita la jugada a su favor, librándole de los “terroristas” (como dice él) del Frente Polisario y de los apuros que le está causando el enviado especial de Ban Ki-moon, el diplomático estadounidense Christopher Ross al que, por cierto, en Rabat acaban de acusar de nuevo de falta de objetividad por no compartir esta visión política.
Mohamed VI le da vueltas a cómo Francia se ha salido con la suya, interviniendo en Malí sin un mandato de la ONU porque se supone que no se necesitan resoluciones cuando se enarbola un grave riesgo para la seguridad internacional. Y, suspirando ante las imágenes de los paracaidistas franceses "reconquistando" Tombuctú, no tiene dudas: "Lo mismo pueden hacer conmigo, si convencemos al mundo de que el Frente Polisario es una filial de Al Qaeda". Habrá que ver si Hollande está por la labor de seguirle el juego.
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