Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional
viernes, 29 de marzo de 2013
Human Rights Watch advierte que las represalias del ejército maliense podrían empeorar la situación
La Operación Serval tal como la refleja el Ministerio de Defensa francés con sus fotos.
El Gobierno de transición de Bamako ya no puede decir que las denuncias sobre violaciones a mujeres, torturas, ejecuciones sumarias, saqueos, envenenamiento de pozos y abusos cometidos por el ejército maliense en las zonas donde ha recuperado el control gracias a la intervención militar francesa, son un puro invento propagandístico de las fuerzas rebeldes en el norte de Malí. Organizaciones de prestigio como Human Rights Watch (HRW) creen que estas acusaciones tienen fundamento y que en Bamako, deberían intervenir antes de que este mal genere una nueva espiral de violencia étnica "que empeore la ya difícil situación" del país saheliano.
La última recomendación de HRW toma como ejemplo el caso de siete hombres de etnia tuareg con edades comprendidas entre los 21 y 66 años que acudieron a los investigadores de esta organización con visibles signos de tortura y secuelas de malos tratos y relataron cómo habían sido secuestrados el 15 de febrero por elementos del ejército maliense en Leré, en las proximidades de Tombuctú, con el pretexto de que sospechaban eran supuestos simpatizantes de las bandas yihadistas afiliadas al terrorismo de Al Qaeda.
Leré había sido “reconquistada” a finales de enero por las tropas enviadas por Hollande a hacer el trabajo del ejército maliense con la ayuda del contingente chadiano enviado por su aliado Idriss Déby. Según los testimonios de estas siete víctimas, el grupo había viajado a Leré desde pequeños poblados para vender su ganado en el mercado. Reconocieron que habían tenido noticia de que los soldados de su propio gobierno estaba dedicándose a todo tipo de represalia contra miembros de las minorías árabes, tuareg y peúl a las que acusan de haber apoyado la secesión del Azawad declarada el pasado año por el MNLA. Pero, explicaron a HRW, que su supervivencia depende de la venta de ganado y las noticias de que el ejército francés acompañaba a los malienses en Leré, vigilando su comportamiento, les había decidido a acudir a la feria de ganado de esa ciudad.
Los sorprendente es que, aunque se supone que los detenidos eran sospechosos de ser milicianos islamistas, miembros de las bandas que le acabaron comiendo el terreno al laicista MNLA, los siete han explicado que los militares que los torturaron apenas las preguntaron por las supuestas actividades terroristas que habían sido el desencadenante de su detención. Otro detalle curioso que aportaron y que incita a la pregunta de si no habrá ocurrido más veces, es que el 5 de marzo, todos ellos fueron trasladados del recinto donde los habían recluido en Leré, a Markala, una localidad situada a 265 kilómetros de distancia, y donde les obligaron a posar en una curiosa sesión fotográfica, exhibiendo rifles de asalto Kalashnikov, abundante munición, motocicletas y otro armamento. Se supone que con estas fotos se pretendía probar su asociación con los rebeldes islamistas.
Amnistía Internacional, entre otras organizaciones, también ha llamado la atención sobre las brutalidades cometidas por el ejército gubernamental que habrían provocado un éxodo de 22.000 civiles, en su mayoría de etnia tuareg y árabe, de ciudades y poblados del norte del país. El MNLA ya ha advertido que está documentando lo que califica de crímenes de guerra y genocidio y que ha emprendido acciones legales para demandar al Gobierno de Malí ante el Tribunal Penal Internacional.
Por todo ello, es comprensible que la diplomacia francesa esté ahora movilizada en el logro este mes de una nueva resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que ponga en marcha una misión de cascos azules que tome el relevo a las tropas francesas. Su aventura neocolonial en Malí no sólo les cuesta 50 millones de euros cada día sino que podría terminar mal para el orgullo del “liberté, egalité y fraternité”, con serios daños para la salud política del presidente Hollande.
martes, 26 de marzo de 2013
Francia consiente que la guerrilla Seleka tome el poder en la República Centroafricana
Fuerzas rebeldes en el norte de la República Centroafricana en 2004. |
Llama la atención que el presidente francés Hollande, rechazase la petición de ayuda que el presidente centroafricano François Bozizé le hizo para que las tropas franceses acudiesen en su ayuda y frenasen el avance de los guerrilleros del Seleka (Alianza) que lo han acabado derrocando este fin de semana.
Bozizé había pretendido al fin y al cabo lo mismo que ha logrado en Malí, su colega Diancounda Traoré, al que las tropas francesas están ayudando a recuperar el control del Azawad que el Gobierno de Bamako había perdido con la secesión tuareg. Pero así como Hollande, para intervenir en Malí, las responsabilidades históricas que Francia tiene como antigua potencia colonial, el cumplimiento de los compromisos en materia de seguridad existentes entre los dos países y la necesidad de impedir que las bandas islamistas impusiesen su voluntad por la vía de las armas, en el caso de la República Centroafricana, no quiso saber nada.
“Se acabaron los tiempos de la Françafrique”, le contestó Hollande aludiendo al fin de una era en que, desde París, se acudía con tropas a salvar a los dictadores de los estados africanos amigos. A Bozizé, evidentemente, no le gustó ese doble rasero con el que a él le presionaban para que negociase con la guerrilla de Seleka, mientras Hollande y su ministro de Exteriores Fabius, rechazaban tajantemente la vía de la negociación entre las partes enfrentadas, prescrita para Malí por las resoluciones de la ONU, alegando que no había “nada que discutir con terroristas”.
Bozizé, pertenece a esa estirpe de autócratas africanos indeseables que llevaba diez años gobernando y luciendo un execrable historial en materia de valores democráticos y derechos humanos. Su situación no era mucho más criticable que la de su antiguo colega y aliado, el presidente chadiano Idriss Déby que, entre sus crímenes tiene el de haber entregado a Bozizé, en 2009, su principal enemigo, el dirigente opositor Charles Massi que, tras ser detenido en el sur de Chad, desapareció en las cárceles centroafricanas. Pero Déby, tras una temporada de difíciles relaciones en París, ha logrado cierta indulgencia del Gobierno de Hollande en relación a sus métodos de gobierno, a raíz del importante papel que ha jugado en favor de los intereses franceses con el envío a Malí de unos 2.000 hombres.
François Bozizé con el entonces presidente Sarkozy en 2010. /
|
Con estos argumentos a su favor, Bozizé volvió a insistir desplegando curiosas estrategias: manifestaciones de mujeres en Bangui pidiendo al Seleka que cesara las hostilidades o el asalto por parte de un grupo teledirigido desde el palacio presidencial a la sede de la embajada francesa de Bangui pidiendo que la intervención militar gala salvase al pueblo de nuevos sufrimientos.
Ni por esas: Hollande se mantuvo en sus trece. “Estamos ahí para proteger a nuestros expatriados y nuestros intereses”, dijo tajante al subrayar que la base no está "para ayudar al régimen" y que Francia no iba a hacer nada que tuviese que ver con una injerencia en los asuntos internos de la República Centroafricana. Eso sí, en París decidieron reforzar su contingente con el envío de 150 paracaidistas.
Es comprensible que el ex presidente se lo tomase muy mal acusando a Francia de conspirar en su contra. Seguramente, no se creyó la versión con la que algunos analistas aseguraron que la República centroafricana era la prueba de fuego de un cambio de política de Hollande respecto al patio trasero africano, con el que marcar un antes y un después respecto a su antecesor Sarzozy. Sabemos que Bozizé salvó la vida huyendo a Camerún en un helicóptero pero, hasta el momento, no hay pistas de que haya averiguado por qué en Malí sí, y con el no.
miércoles, 20 de marzo de 2013
En Argelia dicen que Marruecos ha dado refugio a los dirigentes yihadistas de Ansar Dine y el Mujao
Combatientes yihadistas en el norte de Malí.
Hasta ahora
sólo el Frente Polisario había acusado al Gobierno de Marruecos de relacionarse
con movimientos yihadistas para mover tentáculos a favor de su estrategia
expansionista en el Sáhara Occidental. Pero ahora, también desde Argelia,
surgen voces que acusan al majzen de haber dado refugio en territorio marroquí
a dirigentes de Ansar Dine y Mujao, los grupos yihadistas más extremistas de
Malí y que son el enemigo a abatir de la fuerza de intervención francesa que sigue combatiendo en el Azawad en apoyo de sus aliados del Gobierno de Bamako.
La acusación
no ha venido de ningún miembro del Gobierno argelino sino del periódico digital argelino Echorouk que, sin embargo, está muy identificado por los analistas en
el Magreb como un medio con fuentes privilegiadas en la inteligencia argelina
que contribuyen a que suela dar en el blanco. Este diario asegura que dos
dirigentes de Ansar Dine (entre ellos su máximo líder Iyad Ag Ghali) y otros
cuatro cabecillas del Mujao, “se exiliaron a Marruecos donde se les proporcionó
una estancia segura lejos de todas luces hasta que se acabe la guerra en Norte
de Malí. ̈
El Mujao (el
Movimiento de la Unicidad y la Yihad en en el África Occidental), es el grupo
supuestamente escindido de Al Aqmi (la franquicia de Al Qaeda en el Magreb) que
adquirió notoriedad en España por haber reivindicado el secuestro de tres
cooperantes que realizaban labores humanitarias en los campamentos saharauis
del Frente Polisario en Tinduf, los dos españoles Ainhoa Fernández de Rincón y
Enric Gonyalons y la italiana Rossella Urru.
Ansar Dine es
el grupo supuestamente integrado enteramente por tuaregs que apareció en oposición al
fulminante avance del MNLA (el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad)
que, en menos de tres meses de combates, expulsó al ejército del Gobierno de Bamako
del norte del país y, desafiando a Francia, declaró la independencia del Azawad. Pero así como el MNLA
se declara laicista y rechaza la imposición de la sharía, Ansar Dine se alzó en
armas para desplazarle proponiendo un programa que pretendía establecer la ley coránica no
sólo en el norte, sino también en el sur de Malí, y lo que es más llamativo,
rechazar la secesión proclamada por el MNLA.
El diario
argelino asegura que los dirigentes de los dos grupos
terroristas, que supuestamente han
obtenido protección del majzén, llegaron a Marruecos “cruzando el Sáhara” y que
emprendieron la huida antes del comienzo de la intervención francesa en Malí.
La publicación argelina subraya que el Mujao mantiene unas excelentes
relaciones con el Gobierno marroquí y relaciona con ello el hecho de que
“concentraba sus actividades terroristas sólo contra Argelia”. Se refiere con
ello a que, además del secuestro
en octubre del 2011 en los campamentos saharauis, sus otras acciones conocidas
son atentados con coche bomba en las ciudades argelinas de Tamanrasset y
Uargla, y el secuestro de siete diplomaticos argelinos destacados en el
consulado de su país en la ciudad maliense de Gao.
La
publicación también subraya que la condición que Marruecos dio a los huidos
para concederles el refugio fue que abandonasen a Abu Zeid y Mojtar ben Mojtar,
los dos dirigentes de Al Qaeda que las tropas chadianas aseguran haber abatido
(aunque todavía sigue pendiente la confirmación a través de análisis de ADN).
Para esta publicación, los dirigentes de Ansar Dine y Mujao cumplieron esta
exigencia y ello contribuyó a la caída de ambos dirigentes de Al Aqmi.
Llama la
atención que, pese a la importancia que tiene la información, en la versión
francesa e inglesa que tiene la publicación, el texto aparece bastante más
corto. En la versión árabe, por ejemplo, se extiende más en una parte en la que
se relaciona la huida a Marruecos de los dirigentes de estos dos grupos con el
fracaso de Marruecos por intentar ganarse la confianza de “las tribus del sur
de Argelia”, que es como en este país suelen referirse a la minoría tuareg. En
el caso del Mujao, más que de una marcha habría que hablar de un “regreso” ya
que, según Echorouk, es de Marruecos de donde sus militantes salieron antes de
darse a conocer por sus acciones en el sur de Argelia.
martes, 12 de marzo de 2013
El rey Mohamed VI sueña con una Operación Serval de Francia contra el Frente Polisario
Paracaidistas franceses durante la toma de Tombuctú el pasado 29 de enero. / Ministerio de Defensa de Francia
A principios de febrero, el ministro de Exteriores del Gobierno de transición de Malí, Tièman Coulibaly, declaró a un medio francés que estaba más que confirmada la presencia de cientos de combatientes saharauis procedentes de los campamentos de refugiados del Frente Polisario luchando con las fuerzas del terrorismo islamista que se habían hecho fuertes en el norte del país. Ahora, la noticia de que hay un saharaui procedente de los campamentos polisarios de Tinduf entre los prisioneros hechos por los militares franceses que están ayudando al Gobierno de Bamako contra los supuestos terroristas, pretende convertirse en la “prueba” que faltaba para demostrar la tesis de Coulibaly.
La noticia ha aparecido de forma transversal en las
informaciones que dan como “probable” que Mojtar ben Mojtar y Abu Zeid, dos
supuestos líderes del yihadismo de Al Aqmi, franquicia de Al Qaeda en el
Magreb, hayan caído en los duros combates que las fuerzas francesas, con apoyo
de sus aliados del Chad, siguen librando en el Azawad maliense. Lo que en
muchos diarios españoles se ha dado como noticia confirmada, sigue siendo
objeto de serias dudas en la galaxia mediática francesa donde primero dieron
las fotos a bombo y platillo de dos cadáveres identificados como los dos
cabecillas, y ahora se discute si verdaderamente son ellos o unos beduinos
cualquiera.
En el marco de
esta polémica sobre quiénes son realmente los que aparecen en estas fotos,
(el propio Gobierno de Hollande ha aconsejado “prudencia” hasta tener pruebas
solventes), el diario francés Le Figaro se ha alineado con el frente del casi seguro
que sí publicando el testimonio de un tuareg que asegura haber estado en el lugar de los
hechos durante el bombardeo de la aviación francesa en las montañas de Tigharghar,
el pasado 23 de febrero, en el que se supone cayó Abu Zeid junto con más de 40
de sus seguidores. En su relato, este superviviente de las bombas dice haber
sido testigo de la muerte del emir yihadista antes de caer prisionero de los
soldados franceses que capturaron a otros seis supervivientes, cuatro jóvenes
originarios de la zona, un argelino, un mauritano y un “polisario”.
Por el momento, Coulibaly no ha hecho nuevas declaraciones
al respecto. Pero la prensa del majzén, sus periodistas a sueldo y aliados
voluntariosos en España, Mauritania, Francia o EEUU (algunos de ellos
disfrazados de “alternativos”), se ha lanzado a sacar punta al dato del
prisionero saharaui “separatista”. Un ejemplo de ello es este escrito firmado
por Katherine Junger, una supuesta analista de una ONG/web que sólo habla
de violaciones de derechos humanos en el Sáhara Occidental para culpar de
torturadores a los dirigentes del Frente Polisario: el cautivo
saharaui se convierte en la punta del iceberg de las “masivas informaciones”
procedentes del frente maliense, gracias a la intervención francesa, que no dejan
lugar a dudas de que el Polisario “es ahora uno de los brazos del terrorismo
armado sahelo-sahariano y la pantalla de una política argelina que contempla la
desestabilización de toda la región y en especial, la de su vecino marroquí”.
Objetivo del majzén: asociar al Polisario con el yihadismo
El ministro Tiéman Coulibaly (a la derecha) con Laurent Fabius en París.
foto:
|
Hace tiempo que en Rabat trabajan en este tipo de mensaje que asocia al Polisario con el terrorismo islamista. El mismo día del sangriento 11-M en Madrid, desde Rabat lanzaron un comunicado (divulgado por RTVE) que relacionaba el bombardeo de Atocha con la “falta de seguridad” que supuestamente genera que el territorio saharaui no sea anexionado a Marruecos. Menos mal (para el Polisario) que no apareció ningún saharaui involucrado en el atentado. Sí hubo en cambio varios implicados marroquíes a los que sus conexiones con el majzén han hecho que, desde muchos frentes, incluyendo el sindicato policial del SUP, se relacionase el papel de estos marroquíes más con los servicios de inteligencia de Mohamed VI que no con el radicalismo religioso islamista.
Ahora, sin embargo, la Operación Serval en Malí le ha dado al majzén nuevos alicientes para movilizar a sus apoyos mediáticos y diplomáticos en una campaña que va mucho más allá de su inicial defensa del argumento de que el pueblo saharaui (dicen sus esbirros) tiende al fanatismo islamista y que consentir un Estado del Sáhara Occidental independiente conducirá al establecimiento de un Irán ayatolítico.
En Rabat están encantados con que Francia, ferviente partidaria de la “solución autonómica” para el Sáhara Occidental, pese a la resistencia internacional, haya al final logrado intervenir en Malí para salvar a la clase política reinante en Bamako, valioso peón de su política francoafricana en la que orbita Mohamed VI, y evitar la secesión del Azawad de los tuareg. Pero a Mohamed VI no sólo le complace comprobar que Hollande sigue fiel a la tradicional política neocolonial francesa que nunca abandona a sus fieles aliados.
La Operación Serval le hace soñar con la posibilidad de que Hollande repita la jugada a su favor, librándole de los “terroristas” (como dice él) del Frente Polisario y de los apuros que le está causando el enviado especial de Ban Ki-moon, el diplomático estadounidense Christopher Ross al que, por cierto, en Rabat acaban de acusar de nuevo de falta de objetividad por no compartir esta visión política.
Mohamed VI le da vueltas a cómo Francia se ha salido con la suya, interviniendo en Malí sin un mandato de la ONU porque se supone que no se necesitan resoluciones cuando se enarbola un grave riesgo para la seguridad internacional. Y, suspirando ante las imágenes de los paracaidistas franceses "reconquistando" Tombuctú, no tiene dudas: "Lo mismo pueden hacer conmigo, si convencemos al mundo de que el Frente Polisario es una filial de Al Qaeda". Habrá que ver si Hollande está por la labor de seguirle el juego.
Ahora, sin embargo, la Operación Serval en Malí le ha dado al majzén nuevos alicientes para movilizar a sus apoyos mediáticos y diplomáticos en una campaña que va mucho más allá de su inicial defensa del argumento de que el pueblo saharaui (dicen sus esbirros) tiende al fanatismo islamista y que consentir un Estado del Sáhara Occidental independiente conducirá al establecimiento de un Irán ayatolítico.
En Rabat están encantados con que Francia, ferviente partidaria de la “solución autonómica” para el Sáhara Occidental, pese a la resistencia internacional, haya al final logrado intervenir en Malí para salvar a la clase política reinante en Bamako, valioso peón de su política francoafricana en la que orbita Mohamed VI, y evitar la secesión del Azawad de los tuareg. Pero a Mohamed VI no sólo le complace comprobar que Hollande sigue fiel a la tradicional política neocolonial francesa que nunca abandona a sus fieles aliados.
La Operación Serval le hace soñar con la posibilidad de que Hollande repita la jugada a su favor, librándole de los “terroristas” (como dice él) del Frente Polisario y de los apuros que le está causando el enviado especial de Ban Ki-moon, el diplomático estadounidense Christopher Ross al que, por cierto, en Rabat acaban de acusar de nuevo de falta de objetividad por no compartir esta visión política.
Mohamed VI le da vueltas a cómo Francia se ha salido con la suya, interviniendo en Malí sin un mandato de la ONU porque se supone que no se necesitan resoluciones cuando se enarbola un grave riesgo para la seguridad internacional. Y, suspirando ante las imágenes de los paracaidistas franceses "reconquistando" Tombuctú, no tiene dudas: "Lo mismo pueden hacer conmigo, si convencemos al mundo de que el Frente Polisario es una filial de Al Qaeda". Habrá que ver si Hollande está por la labor de seguirle el juego.
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