Mapa de ACNUR (Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados) con la situación de los campamentos del Frente Polisario en una encrucijada fronteriza, en el sureste de Argelia.
Estupor y gran revuelo han causado entre los propios saharauis
afines al Frente Polisario las declaraciones con las que sus dirigentes
han reconocido que hay saharauis que se han alistado a grupos del radicalismo
islámico en auge en el vecino Malí como Al Aqmi o el Mujao. Hay quien incluso ha expresado públicamente su
indignación por un giro que, aunque cumpla con la verdad, se lo pone en bandeja
a la campaña mediática con la que, desde Marruecos, se viene difundiendo todo
tipo de bulo para desprestigiar la causa saharaui colgándole el sanbenito del
terrorismo. La polvareda que con ello se ha levantado, ha hecho pasar
desapercibido el calado de una jugada con carambola.
Es verdad, como bien dice por
ejemplo, Haddamin Moulud Said, que resulta sorprendente que el ministro de
Defensa saharaui, Mohamed Lamín Buhali, de carnaza a la propaganda del enemigo
cuando, aparentemente, no se ha producido ninguna novedad que justifique un
cambio a la férrea política con la que, hasta ahora, el Polisario y sus
simpatizantes han negado por activa y por pasiva la participación de saharauis
en el yihadismo saheliano, incluyendo el misterioso Mujao, el grupo que se atribuyó el secuestro de los tres cooperantes en los
campamentos de refugiados saharauis. Lo relevante de este golpe de efecto, sin embargo, no es que el Polisario reconozca que pueda haber unos
veinte saharauis alistados en grupos yihadistas. Lo realmente interesante es que, a renglón seguido Buhali añada que el Polisario, tan preocupado está por la amenaza yihadista, que está dispuesto a formar parte de esa fuerza de
intervención africana de la CEDEAO que Francia está intentando por todos los medios que
intervenga en el norte de Malí para acabar con el problema.
Los marroquíes, de acuerdo, han podido entonar de inmediato un "ya lo habíamos advertido". Pero, la "confesión" saharaui tiene un reverso doblemente beneficioso para la posición saharaui.
A estas alturas, lo sorprendente sería que no hubiese
ningún saharaui en esas bandas que, llevando la franquicia de Al Qaeda en el
Sahel, llevan diez años secuestrando a europeos en esa parte del desierto
sahariano con acciones que bien podrían tomarse como la moderna versión de los
antiguos gazis o razias que las nómadas practicaron en la era precolonial, incluso contra sus hermanos de religión.
En una situación como la creada por el alto el fuego de la ONU en 1991, en la que el cese de las hostilidades sólo ha aportado a los saharauis frustración y una desesperante espera, los grupos que se atribuyen la sucursal de Al Qaeda, ofrecen una muy fuerte tentación a los jóvenes saharauis sin expectativa ante el futuro. Así que, más vale prevenir que tener que curar el auténtico daño que causaría el ruido que podrían provocar los marroquíes exhibiendo en sus giras mediáticas algún saharaui hecho prisionero en las refriegas del conflicto de Malí, relatando sus experiencias en las filas del Mujao.
En una situación como la creada por el alto el fuego de la ONU en 1991, en la que el cese de las hostilidades sólo ha aportado a los saharauis frustración y una desesperante espera, los grupos que se atribuyen la sucursal de Al Qaeda, ofrecen una muy fuerte tentación a los jóvenes saharauis sin expectativa ante el futuro. Así que, más vale prevenir que tener que curar el auténtico daño que causaría el ruido que podrían provocar los marroquíes exhibiendo en sus giras mediáticas algún saharaui hecho prisionero en las refriegas del conflicto de Malí, relatando sus experiencias en las filas del Mujao.
La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) proclamada por el Polisario en los territorios liberados el 27 de febrero de 1976, fue admitida
en 1984 como miembro de pleno derecho por la Organización de la Unión Africana
(OUA), antecesora de la Unión Africana surgida en 2002, de la que la RASD es
miembro fundador. Allí los saharauis gozan de fuertes apoyos gracias a la influencia regional de su aliada
Argelia y la ausencia con la que Marruecos zanjó la amenaza de marcharse de la
organización si se admitía a un estado saharaui. Dada el perjuicio
que causa a los saharauis el terrorismo yihadista (la retirada de los cooperantes es buen ejemplo de ello), tiene más sentido una
participación saharaui en una fuerza internacional que no la de Burkina Faso,
mucho más lejana al escenario del conflicto. Otra cosa es que ni a Marruecos ni
a sus aliados franceses les haga gracia esta posibilidad que supone un
implícito e indeseable, para sus intereses, reconocimiento del Estado saharaui.
Por de pronto, coincidiendo con este compromiso
saharaui en la lucha internacional contra el terrorismo, Marruecos ha cambiado de postura respecto a la intervención franco-africana en Malí y se ha alineado
con su eterna rival Argelia: ahora resulta que en Rabat ya no tienen claro que
la solución militar deba ser, como dice Francia, la prioritaria. Antes de llegar a ese extremo, dicen, hay que buscar una solución política por la vía del diálogo con las fuerzas que han provocado la secesión del Azawad.