Mujer tuareg en Malí.
Ha sido Francia quien ha convocado el Consejo de Segruidad de las Naciones Unidas para que hoy examine la crisis de Mali y se pronuncie al respecto. La antigua potencia colonizadora ejerce esa autoridad de las antiguas madres patrias para llamar llamar la atención de la comunidad internacional sobre un conflicto sobre el que ha expresado su clara opinión: un rotundo no a la partición de Malí que los tuaregs del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) han logrado de facto.
Recientemente ha habido numerosos ejemplos de cómo, cuando se trata de sus antiguas colonias, Francia mueve sus resortes diplomáticos en el Consejo de Seguridad donde haga falta con tal de salvaguardar sus intereses en su patio trasero: si se trata del Sáhara Occidental, tiene capacidad para poner toda la carne en el asador a favor de Marruecos y amenazar con ejercer su derecho de veto de miembro permanente para que no prosperen los movimientos con los que incluso EEUU se ha mostrado partidario de que los cascos azules de la ONU estacionados en la antigua provincia española puedan supervisar las tropelías cometidas por las fuerzas de ocupación marroquí. En este caso, los derechos humanos quedan en un muy segundo plano para Francia frente a la prioridad de sus intereses con Marruecos y la prosperidad de un avance de la francofonía que garantizaría la anexión del Sáhara.
Otro ejemplo reciente fueron las maniobras desplegadas por Francia para desalojar al presidente Laurent Gbabo en Costa de Marfil. Ahí París sí que invocó los resultados electorales que habían favorecido a Alassane Ouattara, la democracia y los derechos humanos hasta lograr impulsar una resolución de la ONU que en un pispás permitió a los cascos azules intervenir arma en ristre para abrirle paso a Ouattara (y no precisamente a golpe de informe) hasta el mismísimo dormitorio del palacio presidencial donde se había refugiado Gbabo y su esposa.
La clave de este súbita preocupación por la legalidad democrática decía el propio Gbabo, no tenía que ver con una cuestión de calidad democrática sino con el sumiso y destacado afrancesamiento de su rival Ouattara mientras él, con su rebeldía y rumbo antifrancés, se había convertido en un elemento incómodo y disonante con la política de la grandeur gala y la Françafrique. Algo de razón debía de tener ya que los informes de Human Right Watch (entre otros) han demostrado que las fuerzas de Ouattara también cometieron unas cuantas barbaridades sin que al Gobierno francés le importase mucho. Es más, ahora, parece que Francia va a tener que sacar de Costa de Marfil a Michel Gbabo, el hijo del ex presidente porque, cómo no serán las condiciones de su detención impuestas por el demócrata Ouattara, que hasta han corrido rumores de que ya está muerto.
Mientras, Outtara es quien preside ahora la CEDEAO (la Comunidad Económica de Estados de África Occidental) que en Dakar celebró ayer una cumbre que ha optado por sancionar a los golpistas de Mali pero, también, ha advertido a la rebelión tuareg que está dispuesta a enviar una fuerza africana de 2.000 hombres a Malí si insisten en consolidar la partición del país. En Dakar estaba el ministro de Exteriores Alain Juppé al que no ha debido parecerle mal la idea de una intervención africana que evita a los occidentales acusaciones de actitudes colonialistas y facilita una intervención tutelada más susceptible de vencer las reticencias que Obama ha mostrado en el caso de Siria, a repetir la jugada que en Libia acabó penosamente con Gadafi. De hecho ello le ha dado a sus diplomáticos la posibilidad de convocar la reunión de la ONU pidiendo apoyo a las decisiones de la CEDEAO.
Habrá que ver también cuál es la postura de Argelia en este asunto. El Gobierno del presidente Abdelaziz Bouteflika se opuso muy decididamente a la intervención en Libia, lo que le costó duras críticas dentro y fuera del país. Pero, en el caso de Malí tiene que maniobrar teniendo en cuenta el riesgo a un posible contagio nacionalista de los rebeldes del Azawad con la minoría tuareg argelina que suma unas 20.000 almas. Por ahora, así como Ouattara ha promovido el embargo y el cierre de las fronteras con Malí (que perjudica a los civiles tuareg más que a los golpistas militares), Argelia no parece haber cambiado de opinión sobre sus anteriores declaraciones a favor de acoger a los huidos malienses que han sumado en su territorio miles de refugiados.
Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional
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