El lema del 13º congreso del Frente Polisario que se inaugura mañana en Tifariti, capital de los territorios del Sáhara Occidental libres de los invasores marroquíes, es inequívoco: "la solución del conflicto es un estado independiente". El reto de los dirigentes saharauis sin embargo, será el de lograr convencer a su descontenta opinión pública de que todavía es posible lograr el objetivo sin volver a retomar las armas contra Marruecos. En los campamentos de refugiados ya no hay forma de que se lo crean.
Tras más de veinte años de paciencia, no hay signos de que vaya a haber algún cambio en la dinámica establecida por la misión de las Naciones Unidas para el referéndum del Sáhara (MINURSO), los cascos azules que desembarcaron en 1991 en el territorio de la antigua provincia española y que, en lugar de organizar la consulta, se fueron plegando a la política del más fuerte, la de los agresores marroquíes.
Debido a que en las Naciones Unidas nadie da voz a los intereses de los saharauis, Marruecos (que sí tiene representación como miembro de la organización y voces tan poderosas a su favor como la de Francia), ha logrado que el lenguaje de las resoluciones del Consejo de Seguridad dejase de exigirle la retirada del Sáhara para poner el acento en el logro de una solución realista, que sea "justa, duradera y mutuamente aceptable". Con ello se ha logrado poquito a poco, una nivelación entre agresor y agredido que la ministra socialista Trinidad Jiménez, por ejemplo, defendió como un ejercicio de sana neutralidad.
El resultado efectivo es un continuo aplazamiento de la solución al conflicto puesto que no es fácil lograr una solución “mutuamente aceptable” para el ladrón del coche que, ante la inhibición de los guardianes de la justicia, tiene la oportunidad de quedarse con lo robado, y el legítimo dueño del vehículo que, como es lógico, exige como mínimo la devolución de lo que le pertenece.
El Polisario podía haberle exigido a los Gobiernos de España que cumpliesen con sus responsabilidades de potencia administradora tal y como manda el derecho internacional o piden campañas de ONG comprometidas como la APDHE. Pero, a partir de 1982, optó por renunciar a exigir la nulidad de los acuerdos de Madrid de 1975 que no interesaba ni a los gobiernos de España -donde se hacen ilusiones de que así se libran de problemas con Marruecos-, ni tampoco a los de Argelia, donde prefieren no tener que repartir el agradecimiento del Polisario con una segunda potencia que les quitaría el protagonismo del que ahora gozan en este escenario.
Mientras, el pueblo saharaui sigue esperando una solución que no llega y ya van 36 años de provisionalidad desesperante. Sus dirigentes confiaron en el plan de la ONU y el resultado es que ni tienen referéndum, ni pueden permitirse el lujo de volver a las armas ya que la superioridad diplomática de Marruecos en la ONU convertiría de inmediato a los saharauis en los culpables de que no haya una solución negociada e, incluso, en "terroristas".
Menuda papeleta para el Polisario. La población de los campamentos de refugiados en Tinduf (en territorio argelino) no digiere que sus familiares en los territorios ocupados, sean los que mantienen viva la lucha contra los invasores marroquíes, mientras en los campamentos de refugiados la vida transcurre en una apacible pero vergonzosa espera de brazos cruzados. Han comprobado con las primaveras árabes que la comunidad internacional sólo se preocupa de los conflictos cuando las víctimas de los déspotas se echan a la calle dispuestas a poner muchos muertos sobre la mesa. Ya es hora de abandonar el camino de la resignación, dicen allí.
Es más, sospechan los refugiados de Tinduf que lo que de verdad impide a sus dirigentes volver a las armas es la anestesia de las ayudas internacionales y hasta salieron a manifestarse con pancartas para hacer público su disgusto, acusando incluso a los dirigentes de corruptos. Hay motivos para que vuelen tan malos pensamientos. El PSOE, pese a su política descaradamente promarroquí, pasó de los cerca de 1,5 millones de euros de 2003 a los 6,4 millones en 2006. Los datos los dio
Leire Pajín, presumiendo de solidaridad que
no podía ser inocente ni sincera en un Gobierno que tanto ha hecho contra el derecho a la autodeterminación saharaui reconocido por la ONU. Pero con esta política, el PSOE mataba dos pájaros de un tiro, lavándose la cara ante sus bases (apasionadamente prosaharauis), y comprando la docilidad del Polisario. Y
a se sabe que las ayudas internacionales son como las tarjetas de crédito para la clase media: cuanto más alto es el límite, más endeudado anda el personal y pendiente del día de cobro.