No hay que perder de vista la evolución política en Nigeria pues cuando este gigante de 150 millones de habitantes tose, nadie se libra de una subida de los precios de la gasolina y del gas. A pesar de sus graves problemas étnicos entre el norte musulmán y el sur cristiano o las actividades de la misteriosa guerrilla del Mend contra sus plataformas petroleras, tiene el peso específico que requiere imponer su voz en los asuntos de África frente a las largas manos de Francia, EE UU o China y sus dirigentes han demostrado que tampoco les falta voluntad para ejercer este papel de liderazgo tanto si se trata de su patio trasero, donde tiene su hueco la minúscula e hispana Guinea Ecuatorial, como si se trata de dejar huella en los asuntos relevantes para la Unión Africana como es el conflicto del Sáhara Occidental.
A principios de mayo, la federación nigeriana tuvo que enfrentarse a la sucesión del presidente Yar'Adua, muerto tras una larga enfermedad que lo había mantenido durante seis meses fuera del país, en un centro hospitalario de Arabia Saudí. Hacía meses que se sabía que Yar'Adua estaba condenado y que no iba a volver a su silla de presidente. Por eso, la interinidad del vicepresidente Jonathan Goodluck se había hecho excesivamente larga por los riesgos que entrañaba para la vulnerable estabilidad de la federación cualquier vacío de poder. No es que Jonathan se hubiese mostrado incapaz de afrontar el reto pero, la mera apariencia de un vacío de poder estaba desencadenando peligrosas luchas de poder sobre el telón de fondo de las tensiones étnico-religiosas que, cíclicamente, acaban en matanzas cuyas víctimas mortales se cuentan en Nigeria siempre con un mínimo de tres ceros.
Jonathan Goodluck, Foto: Remy Steinegger |
El principal problema para la autoridad de Jonathan era que, aunque constitucionalmente le correspondía a él, en calidad de vicepresidente, tomar las riendas para sustituir a Yar’Adua, en Nigeria rige el principio de la alternancia que prevé que cada dos mandatos se alternen un presidente musulmán y un jefe de Estado. ComoJonathan es cristiano, varias voces cuestionaban su sucesión en base a los siguientes argumentos: 1) que para evitar poner en peligro la unidad del estado había efectivamente que nombrar de una vez a un sucesor de Yar´Adua que acabase con esa situación provisional y 2) que para resolver el problema y cumplir con la constitucionalidad no debía ser Jonathan el sucesor, sino que había que pensar en un sustituto musulmán.
A la derecha, Ibrahim Babangida, el genio del mal. Foto: Seiperi. |
En cambio, la indignación frente a la injerencia del imperialismo americano a favor de Babangida ha tenido un interesante efecto acomodador: los representantes nigerianos en la Asamblea Nacional y los gobernadores convirtieron en un asunto patriótico el “sí” a un cambio de ley que legitima la sucesión de Jonathan Goodluck frente a los que seguían poniendo peros con la coartada del respeto al sistema de alternancia; logrado este reconocimiento, el nuevo presidente ha restablecido el equilibrio étnico nombrando como vicepresidente a Namadi Sambo, un empresario del norte y practicante musulmán que ocupaba el cargo de Gobernador del Estado de Kaduna; por su parte, Babangida se ha quedado por el momento sin la oportunidad de poder convertirse en el hombre fuerte de Nigeria sin pasar por las urnas pero, a cambio, ahora, habla abiertamente de sus aspiraciones a ser candidato en las elecciones de 2011. Si por fin se decide a ello, su problema será cómo librarse del estigma de favorito del imperialismo yanki.
P.D. Apuntes sobre Guinea. Mafuti, sí estaba al tanto del escándalo que supone que la Unesco, con nuestros impuestos, se preste a dar lustre y gloria al dictador Teodoro Obiang con un premio "científico" que lleva su nombre. Pordomingo, por ejemplo, alertó sobre ello con este artículo. Gracias, sin embargo, por recordarme con tu comentario en la página del 9 de mayo que habría que darle toda la publicidad posible a la recogida de firmas de protesta. Todo el mundo debería firmar en contra por solidaridad con el pueblo guineano y, también, por la buena salud de instituciones que se supone que deberían dedicarse a apoyar la paz y la justicia y no a enaltecer a un tirano cleptócrata. Añado que, igualmente indignante y mosquente me resulta que, también con nuestros impuestos, el Gobierno español (con la complicidad del PP y el PNV, entre otros) esté costeando el sistema burocrático de Obianga como explica este artículo que me envió Óscar. Como si Guinea fuese pobre de solemnidad y no el Kuwait de África. Como si con la situación que tenemos en términos económicos nos pudiésemos permitir este tipo de regalos a un régimen criminal cuyo presidente se dedica a saquear los ingresos del petróleo para coleccionar mansiones y coches de lujo a millón de euros (mínimo) cada uno.
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