El del interés general (o nacional) es una invocación reservada a las relaciones hispano-marroquíes. Nunca se la oímos a un político español en relación a Argelia, a pesar del mucho énfasis que se pone en la equidistancia de España ante dos vecinos que no se llevan bien entre sí pero que son igual de importantes para la seguridad y bienestar español. Ni siquiera con motivo de una cumbre como la que se ha celebrado hoy en Madrid entre el presidente Zapatero y el de Argelia Abdelaziz Buteflika, clasificada por los propios cerebros de la política exterior española como el gran evento diplomático de este mes junto a la inauguración del semestre presidencial europeo.
Nunca se dan demasiados detalles sobre qué consiste ese interés general en clave marroquí. Sólo líneas generales: que si grandes oportunidades de negocio que nuestra deficiente economía no puede permitirse el lujo de desperdiciar, la indispensable cooperación en la lucha antiterrorista y una buena sintonía para que en la otra orilla del Mediterráneo nos guarden las espaldas en materia de flujos inmigratorios. Suponemos que en este interés general entran, por citar un ejemplo, la plusvalía de 223 milllones que el Banco del Santander acaba de lograr por la venta del 10% de un banco marroquí que Emilio Botin no hubiese podido comprar si no hubiese movido los hilos en Rabat y Madrid para ganarse "las bendiciones del rey Mohamed VI". Un buen ejemplo de cómo los países emergentes (o casi) pueden compensar los malos resultados en los muy desarrollados.
Por supuesto, en ese tipo de negociaciones y logros siempre hay unos toma y dacas que tienen el asunto del Sáhara como trasfondo. Lo que siempre pide el rey Mohamed es una ayuda que va en contra del respeto de la legalidad internacional. Pero ahí está la fórmula mágica del "interés general" con la que llamar al orden a todo insensato que tenga la ocurrencia de irritar a los sultanes alauitas con el tema del Sáhara, da igual que sea desde una tribuna política o un periódico. Será fulminado con la excomunión con la que se castiga el ataque a un dogma de fe.
Los buenos resultados del Santander en Marruecos, no aclaran sin embargo el misterio del no interés general con Argelia porque, por muy impresionantes que sean, nada impediría repetir la jugada con el vecino argelino. De hecho, a Botín le hacía mucho ilusión ampliar esa rama de sus negocios financieros. Lo hubiese tenido más fácil si la frontera entre Marruecos y Argelia no llevase años cerrada y Buteflika, se haya mantenido en sus trece con el cerrojazo como represalia a la ocupación marroquí del Sáhara. Por supuesto que, cuando se negocia en Argelia de lo que sea, también sale a relucir el asunto del Sáhara pero por lo contrario que pide Marruecos. Argelia lo que quiere de España es el apoyo que le debe como autoridad administradora al pueblo saharaui para su autodeterminación. Y debería jugar con ventaja porque, además de todas las bazas con las que cuenta Marruecos, en Argelia tienen una de mucho peso que le falta a Mojamé, la de un inmenso poderío energético que en términos económicos nos interesa muchísimo.
Ni la dependencia de España del suministro de gas argelino (cifrada en un 35% de los suministros) ni las posibilidades de proyección internacional que ofrece la alianza estratégica ente nuestras multinacionales del petróleo y el gas con la estatal argelina Sonatrach; ni los jugosos beneficios que ofrecen la exploración de nuevos pozos de petróleo y gas (por las que están a la greña franceses y americanos); ni los ingentes ingresos que ofrecen a las empresas constructoras un país con la billetera repleta por sus experotaciones energéticas, merecen el título de “interés general”.
Así ha sido desde 1975 y ni siquiera la inminente puesta en marcha del nuevo gaseoducto Transahariano que bombeará a través de Níger hacia los puertos argelinos el gas de las reservas de Nigeria (las mayores de África), parece que conmuevan a nuestros políticos. Lo que se adivina detrás de la tapadera del dogma de fe, sin embargo, es una congénita miopía de sus intereses de corto alcance y las largas manos de los intereses de Francia que sí tiene claro que quiere convertirse en la gran potencia energética de Europa y, para ello, necesita poner las manos en Sonatrach. Empeñado en no ceder en su propósito de una solución francofonizadora para el Sáhara, Sarkozy, al igual que Chirac, apuesta por llevarse el gato al agua presionando a España en otros frentes de su débil acción exterior y moviendo los hilos del catalanismo que ha impuesto su batuta en la política energética española.
Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional
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