Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional

martes, 2 de junio de 2009

Un congresista de EEUU en la batalla del Sáhara


El presidente del subcomité para África de la Cámara de Representantes de EEUU, Donald Payne en su intervención la semana pasada en Madrid.



L
a intervención del presidente del Subcomité de la Cámara de Representantes de EEUU para África, Donald Payne, era la más esperada en las jornadas sobre el Sáhara que por tercer año consecutivo han vuelto a organizar en el Círculo de Bellas Artes la Universidad Autónoma y la Comunidad de Madrid. En la lista de participantes había muchos invitados de gran interés para despejar dudas sobre la evolución del conflicto en el ámbito de la ONU, la diplomacia, el movimiento de solidaridad, la acción jurídica o el poco conocido apoyo que el POLISARIO viene recibiendo de la comunidad hispanohablante de Latinoamérica. Pero nada se podía comparar con la expectación creada por el anuncio de la llegada de Payne, “un congresista de la administración Obama”.

El prestigio de Payne en relación a los asuntos africanos y al Sáhara Occidental viene de mucho antes de que se encendiese la estrella de Obama en el firmamento de la política estadounidense. Sus actividades para que en la Casa Blanca, tanto si mandan los demócratas como si lo hacen los republicanos, se tomen en serio la cuestión de los derechos humanos y la democracia en África, fue lo que determinó que el presidente Bill Clinton y su esposa, la actual secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton, lo incluyesen en el grupo de cinco congresistas que llevaron consigo en la gira que efectuaron en 1998 por seis países africanos. Una gira histórica porque marcó el inicio de una política africana propia (de Washington) y no en función de lo que les decían que había que hacer otros aliados con fuertes vínculos en la zona (Francia, por ejemplo).

Su papel en esta gira, su enérgico apoyo a la lucha contra el régimen del apartheid en Sudáfrica (fue uno de los grandes defensores de Mandela), sus iniciativas para llamar la atención sobre los genocidios de Ruanda o Darfur (que le costó una detención a Payne) han jalonado una trayectoria que justifica con creces que este representante demócrata de Nueva Jersey forme parte del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes donde su vinculación a los asuntos africanos ha sido reconocido con la presidencia del subcomité para África y la Salud Global.

En relación con el Sáhara, Payne tampoco es nuevo. Desde los años noventa arrastra un historial que lo ha puesto en el punto de mira de la diplomacia marroquí como el más propolisario de los miembros del Congreso americano, junto al republicano Joseph Pitts, con el que, a pesar de las diferencias partidistas, lleva haciendo dúo a favor de la autodeterminación saharaui en términos que ya le gustaría a los saharauis escuchar con la misma claridad, soltura y contundencia de los diputados españoles.

Por ejemplo, tanto Payne como Pitts no se cortan lo más mínimo al decir públicamente que la lucha del POLISARIO es una “causa justa”. También dicen cosas como ésta: “(el referéndum de autodeterminación) “es el único camino que puede garantizar la libre elección del pueblo saharaui”; o esta otra: “(la saharaui) Es una lucha de independencia en el sentido pleno y noble del término, que nosotros en América conocemos muy bien. Es una cuestión de descolonización y la última colonia en África. El pueblo y el gobierno americano tienen el deber de estar del lado de la lucha de los justos que son los saharauis”… “no se puede elegir entre un ocupante y un ocupado”…Son palabras que están cargadas de algo más que humanitarismo o sensibilidad a los derechos humanos, con esa mención a lo que más le duele a las pretensiones anexionistas promarroquíes: las resoluciones de la ONU y la sentencia del Tribunal de La Haya que apuntalan el derecho a la autodeterminación.

Lo más importante es, sin embargo, que Payne y Pitts no hablan sólo de boquilla para quedar bien en actos humanitarios como la entrega a Aminetu Haidar en 2006 del Freedom Award 2006 (Premio de la Libertad 2006) que la militante de los derechos humanos recibió de manos del propio Payne en el mismísimo Capitol Hill, la sede del Congreso en Washington, por su labor como militante de los derechos humanos en el Sáhara. También han pasado a la acción política en momentos clave como fue en 2004 la aprobación por parte de las dos cámaras del tratado de libre comercio con Marruecos, cuando Payne y Pitts le enviaron una carta al presidente Bush en la que condicionaron su voto favorable a que el tratado excluyera de forma explícita “tanto el territorio del Sáhara Occidental como sus recursos”.

Fue esta carta la que dio pie a que la Casa Blanca, respondiese a través de su entonces responsable económico Robert Zoellick (el actual presidente del FMI) que “los Estados Unidos no reconocen la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental” y que el acuerdo “concierne el comercio y la inversión en el territorio de Marruecos tal como está reconocido internacionalmente y no incluye al Sáhara Occidental”. Un pequeño detalle que en Rabat todavía no han deglutido porque es un muy mal ejemplo para los europeos que deberían hacer lo mismo con el estatuto avanzado que están poniendo en marcha con Marruecos pero se resisten por presión francesa y española. Más aún si, como ha ocurrido, Payne y Pitts se dedican a recordarle a los europeos en Bruselas que lo de firmar un acuerdo de pesca con Marruecos que implica la explotación de los recursos pesqueros del Sáhara, “viola la legalidad de la ONU y las leyes que rigen los territorios en litigio”.

Total, que Payne el tema del Sáhara se lo sabe muy bien y está bastante bien situado en el Partido Demócrata como para poder dar pistas sobre una de las piezas clave del rompecabezas que tenemos a nivel internacional con esta colonia española. Así que ahí estaban todos los asistentes a las jornadas y la prensa pendientes de lo que iba a decir el congresista. ¿Y qué dijo él?

La verdad es que no mucho, en lo referente a si Obama se ha formado ya una opinión sobre el Sáhara y va a mover el péndulo hacia un lado u el opuesto. Que si Obama todavía está montando su equipo, que si su prioridad ahora es volver a reactivar la economía y eso consume la mayor parte de sus energías, que si en el frente exterior también tiene mucho lío y con cosas más importantes que el Sáhara, que si en África los saharauis compiten con muchos pueblos que están pendientes de que les resuelvan lo suyo...En fin como que quiso dejar claro que Obama en lo del Sáhara todavía no tiene opinión formada, ni a favor ni en contra aunque él, dijo, está convencido de que se producirá un cambio en la política de EEUU respecto a esta cuestión porque su presidente es “una persona que escucha” y está comprometido con los Derechos Humanos”.

Se refería Payne (con lo de escuchar) a la Carta que él y otros 30 congresistas le enviaron a Obama el pasado 24 de abril en la que defienden el “derecho a la autodeterminación” del pueblo saharaui y denuncian una honda preocupación ante la sistematica violación de los derechos humanos y la libertad que padecen los saharauis sometidos a la ocupación marroquí. Pero claro, dicen los escépticos, también ha recibido Obama una carta de otros 229 miembros de la Cámara en la que se respalda el plan de autonomía ofrecido por Rabat al Sáhara Occidental.

Payne dio algunas de las razones que alimentan su optimismo para que su carta sea más escuchada que la de los colegas que han alabado la propuesta marroquí (que en Rabat han vendido con un triunfo a sus tesis), aunque, todo sea dicho, sin pronunciarse en contra del derecho a la autodeterminación: “Negárselo (el derecho a la autodeterminación saharaui) es incoherente con los valores y principios de Estados Unidos” y, menos con alguien que, como, Obama defiende el “poder inteligente”.

El político norteamericano debió de ver algo de decepción en las caras que tenía delante porque también hizo una alusión a que ser congresista de EEUU no es lo mismo que ser un miembro del equipo de Obama, y con ello no se está tan cerca de la cocina de sus jefes como en cambio lo están los diputados españoles de sus respectivos centros de poder partidista.

En efecto, algo de razón lleva. En España un diputado es sinónimo de correa de transmisión de su partido y de su Gobierno (si mandan los suyos). Es normal que así sea puesto que cualquier diputado es elegido ante todo por sus jefes en el partido. Los jefes son los que deciden que esté en una lista de candidatos cerrada que el votante tiene que aceptar tal como se la sirven, sin opción a decir eso de que, “es candidato de mi partido pero a este elemento no lo quiero” . Y si el diputado hace algo que no está en la línea no ya del partido, sino de los jefes que dirigen en ese momento el partido, pues a la próxima se cae de la lista o le sitúan en un lugar donde las encuestas ya dicen que no va a haber posibilidad de que salga de nuevo.

Tan normal es esta relación de causa-efecto que da tan poca capacidad de maniobra a nuestros diputados y eurodiputados que, hablando en clave sahariana, lo que se comenta en Bruselas en relación a la exclusión Carlos Carnero de las listas socialistas del próximo 7 de junio, es que su desaparición tiene mucho que ver con las molestias que le ha causado a sus jefes del PSOE el enfado de la diplomacia marroquí por la actuación de este eurodiputado en relación con la visita europarlamentaria del pasado enero al Sáhara (él fue uno de los tres miembros de la misión).

En Washington, desde luego, hay una obvia proximidad entre los congresistas y sus partidos pero no simbiosis total porque, entre otras cosas, al congresista lo eligen directamente sus votantes. Por eso puede ocurrir, como pasó en plena campaña electoral con los representantes republicanos, que éstos no estuviesen dispuestos a votar por las buenas la aprobación del plan de ayuda financiera a las entidades bancarias en quiebra aprobado por su todavía jefe el presidente Bush: es que ellos, antes que a su partido, se deben a los votantes que les habían bombardeado con emilios de protesta en los que les exigían que pidiesen contrapartidas a unos préstamos hechos con dinero del contribuyente (su dinero).

Precisamente por ello, se comentaba luego en los pasillos del Círculo, resultaba extraño que las declaraciones de Payne hubiesen estado teñidas de un tono de corrección política y diplomática más comprensible en un diputado o eurodiputado del PSOE de Zapatero o del PP de Rajoy, a los que tanta cuenta le trae no causarle problemas a las directrices promarroquíes de sus partidos. Especialmente quienes habían presenciado otras intervenciones de Payne o Pitts en España fueron los que más señalaron lo mucho más discretas y ambiguas que fueron las declaraciones hechas en el Círculo esa mañana.

¿Será que Payne no está en la onda de Obama y ni el presidente, ni Hillary, ni nadie del entorno le cuenta nada? ¿Será que el Partido Demócrata está preparando un viraje a favor de Marruecos y él ya está en el cambio de lenguaje?

Que no cunda el pánico, echemos un vistazo atrás. Con todo lo que Francia lleva enredando para que Marruecos, su fiel peón en la francofonía africana, pueda bloquear a la ONU sin que se note (así estamos desde 1991), en Washington no le han llevado la contraria abiertamente a los franceses (a favor de los saharauis) pero tampoco se han prestado a darle el hachazo definitivo al POLISARIO. Claro que, con san Obama al frente de la Administración, los que confían en sus poderes redentores dan por hecho que tanta santidad tendrá que notarse en el Sáhara o las cleptocracias en África, que para eso el primer presidente negro de EEUU cosechó muchos votos vendiendo extraordinariamente en su campaña electoral sus orígenes africanos a una comunidad (la negra norteamericana) a la que le gusta fantasear y presumir de sus lazos familiares con el continente al sur del Estrecho.

La verdad es que Obama hasta el momento no se ha pronunciado sobre el Sáhara pero tampoco ha dicho casi nada sobre otros asuntos africanos de mayor calado para la imagen de paladín de África que cultivó durante su campaña. Veremos, como dice Payne, qué pasa a partir de ahora con el nuevo secretario de estado adjunto para Asuntos Africanos, Johnnie Carson, que acaba de nombrar.
Naturalmente que cabe lo peor, que Obama moviese ficha haciéndole un favor a Sarkozy y a Zapatero, que a su vez está loco porque Sarko esté contento con él porque, de lo contrario, ni taburetes en el G-20 ni estrecha colaboración contra ETA: pero vaya papelón el de Obama si opta por una rendición incondicional ante estos dos de cara a su futura política en África donde la causa saharaui hasta ahora, siempre le ha ganado la mano a Marruecos.

¿Apoyar la causa de la determinación? Podría, pero la verdad, para qué tener prisas. Miremos el asunto desde la perspectiva estadounidense: como se apreció por las preguntas en la sala del Círculo, hagan lo que hagan Payne, Pitts o su embajador en la ONU (que defendió los derechos humanos en contra de Francia), no hay manera de que el antiamericanismo visceral deje de aflorar entre los simpatizantes del POLISARIO y, en lugar seguir exigiendo cuentas a Washington por su implicación en la entrega a Marruecos en 1975, se las vayan a pedir a Sarko cuando viene de visita a Madrid con Carla Bruni, por lo mucho que París hizo entonces para que EEUU mirase para otro lado y, sobre todo, lo mucho que siguen haciendo ahora para que no haya referéndum en el Sáhara.

A ello hay que añadir que tomar riendas en el asunto a favor del referéndum, para Obama, supone añadir más problemas a los que ya tiene que son muchos y muy gordos. ¿Que qué tipo de problemas? Pues ante todo los destrozos que le podría causar Sarkozy cuyo apoyo necesita en otros frentes de Oriente Próximo; problemas con las potencias clave en la zona como Arabia Saudita o Egipto cuya labor diplomática a favor de Marruecos no tiene descanso ni siquiera en países aparentemente alejados del conflicto como México (quieren que el Gobierno mexicano deje de reconocer a la RASD); problemas con Zapatero que no pinta mucho en el escenario internacional pero que le ha sido de gran utilidad al presidente americano con esa foto en el G-20 con la que Obama ha podido vender a su opinión pública que su gira por Europa no ha estado tan mal a pesar de los feos de Sarko y Ángela (Merkel)…

Por cierto que resultó un poco raro que, en medio de tanta discreción y ninguna pasión, Payne tuvese unas palabras elogiosas para el “pueblo y el Gobierno español” a los que agradeció el esfuerzo por intentar “mantener vivo” un tema “tan olvidado”.

Bien justificado está el elogio al pueblo español. Otra cosa muy distinta es meter en el mismo saco al Gobierno de Zapatero que tiene muy mosqueados a sus electores prosaharauis con su descarada traición a las víctimas de Marruecos. ¿Será que Payne no lo sabe? ¿Será que había un mensaje con segundas para Zp? De lo que no hay duda es que Zapatero debe estarle muy agradecido a Obama por este capote (involuntario o no) justo en plena campaña electoral en la que, hasta el voto por el Sáhara, cuenta y mucho.

1 comentario:

Francisco O. Campillo dijo...

Gracias-shukran por tu post, es tremendamente aleccionador.

Yo soy de los que piensan que el verdadero motor del cambio reside en los ciudadanos -y ciudadanas- pero nunca nos vendrá mal la ayuda de un congresista estadounidense... o dos ;-)

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