Curioso. Cuando se habla del proceso de paz del Sáhara lo normal es que los políticos nos inciten a la resignación echándole la culpa de la impunidad con la que Marruecos viola el derecho internacional echándole la culpa a EEUU, al avieso apoyo que el imperialismo yanki le da a la monarquía alauita. Hasta el ministro Moratinos y el diputado del PP Arístegui se han puesto de acuerdo recientemente para machacar sobre la idea de que los saharauis nada tienen que hacer con sus derechos, ni la legalidad internacional, porque EEUU y Francia se han puesto por fin de acuerdo en apoyar la anexión marroquí de su tierra.
Frente al poderío de esta alianza, nos vienen a decir, nada tiene que hacer ya el referéndum que la ONU les prometió a los agredidos a cambio de abandonar las armas. Algo no cuadra, sin embargo. Si tan de acuerdo están Obama y Sarkozy en la cuestión ¿por qué el embajador estadounidense en la ONU dejó ayer solo al embajador francés en el Consejo de Seguridad en descarada y numantina defensa de la postura marroquí?
Vale, era en un asunto secundario en la cuestión, el de que los cascos azules puedan vigilar el respeto de los derechos humanos en el Sáhara algo que, por increíble que parezca, ahora no pueden hacer. Digo, secundario, frente a la organización del referéndum que zanjaría de una vez para siempre la cuestión de acuerdo pero que Marruecos no quiere se haga porque no tiene la certeza de ganarlo. Pero, precisamente: si Obama está tan en sintonía sobre lo de la solución autonómica que exige el rey Mohamed, ¿por qué dejar en evidencia al embajador de Sarko en un asunto mucho menos importante?
Porque eso es lo que ocurrió esta madrugada cuando se discutía el texto de una nueva resolución con el que prorrogar la misión de la ONU en el Sáhara: EEUU no se unió a Francia para rechazar la propuesta con la que Costa Rica y Uganda pidieron modificar el mandato onusiano para que los cascos azules hagan en la ex provincia española lo que normalmente tienen permiso para hacer en el resto de las misiones de paz que proliferan en el mundo.
La embajadora norteamericana Susan Rice tampoco alivió la soledad de su colega francés cuando los diplomáticos de Costa Rica y Uganda limitaron sus pretensiones con otra propuesta que se contentaba con la inclusión en el texto de la resolución de unas palabrejas de lejana referencia al espinoso asunto de los derechos humanos. El embajador francés, de nuevo, tuvo que hacerlo todo solito, sin que desde la representación de EEUU se le echase el más mínimo cable, ese que tan bien le habría venido para poder decir al resto de representantes, tanto si apoyaban a los dos revoltosos, como si estaban indecisos o por el voto en blanco: “En esto no estoy solo”.
Vale que Francia no necesita de EEUU para rechazar cualquier propuesta que no sea del gusto de su satélite magrebí porque es uno de esos cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad con el privilegio de poder vetar cualquier decisión de este órgano con su solo voto. Pero se pongan como se pongan en París y Rabat, no queda nada bien quedar el único en discordia frente al resto de los 14 miembros del Consejo y, si no, que se lo pregunten a Bush hijo. ¿Tanto le había costado a Obama darle una ayudita a Sarko? Mira que si el arranque de soberbia que tuvo el francés en la cumbre del G-20 (todo culpa de la envidia más rabiosa por no ser tan alto como Obama, seguro), le viene bien a los pobres saharauis...
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