Rosa Díez, Mikel Buesa y Fernando Maura en la manifestación del pasado noviembre por el Sáhara, en Madrid. / Foto: © RICARDO AZNAR
Alguien lo dijo, al acabar la reunión del pasado martes, 4 de mayo, en el Círculo de Bellas Artes en la que el candidato de UPyD para las elecciones europeas del próximo 7 de junio, Fernando Maura, expuso su programa electoral en relación al Sáhara. Esa reunión no había sido como las demás, había tenido algo de especial, dijo esa voz que encontró eco en la de otros asistentes que asintieron de lo más contentos. Y es que esa tarde se habían debatido allí cosas que hace tiempo que están en el aire en este tipo de actos copados por el movimiento de solidaridad por el pueblo saharaui pero que, por h o por b, nunca acaban de salir más allá de corrillos muy reducidos.
Ocurrió en el debate que se estableció entre ponentes y público. Como era de esperar (no iba a haber mejor ocasión que un acto convocado por un partido político en plena campaña electoral), surgieron las referencias y reflexiones sobre la decepcionante actitud que partidos y gobiernos han tenido, desde la vergonzosa huida española del territorio y de sus responsabilidades en 1975. Hubo quien incluso expresó sin tapujos esa desagradable sensación que prolifera en esta gran comunidad de apoyo a la resistencia saharaui de ser objeto de una “continua tomadura de pelo por parte de nuestra clase política de derechas e izquierdas” indistintamente, con esa sensación de impotencia y rabia que lleva acoplada y que acaba inevitablemente trascendiendo las arenas del desierto. Normal, porque la conclusión que cabe recabar de lo que uno ve y oye en relación al Sáhara, es que si la clase política miente y trapichea de forma tan miserable y escandalosa en una cuestión menor (como dicen desde el poder que es ésta), qué no ocurrirá en las mayores.
Otro asunto muy llamativo (al menos en mi opinión) fue el desconcierto y confusión que algunos asistentes expresaron al señalar al divorcio que, últimamente, se está produciendo en el movimiento solidario entre cuestión política y humanitaria. ¿Debe el movimiento de solidaridad con el Sáhara poner énfasis en el aspecto político de la cuestión o centrarse exclusivamente en la cuestión humanitaria? Vaya un dilema, sobre todo si se tiene en cuenta que si hay problema humanitario o violación de derechos humanos en el Sáhara es porque hay un problema político de por medio y muy gordo. Pero, según indicó algún interviniente, en el movimiento de solidaridad empieza a haber ahora incluso quien considera que la acción política afea el bello gesto humanitario que entraña el envío de alimentos, medicinas y lo que se pueda a los refugiados o la acogida de niños saharauis en los programas de vacaciones en paz.
Es sorprendente que este tipo de dudas ni siquiera se conciban cuando se trata de apoyar la causa del pueblo palestino (por poner uno de tantos ejemplos), un asunto que la mayoría del movimiento prosaharaui también lleva a flor de piel aunque, a los palestinos, como bien dice
Gloria del Campo, ni les importe la suerte de los saharauis e, incluso, como dice Javier Perote, hasta estén más bien del lado de la monarquía alauita. Pero, como me enseñó mi mamá, los errores ajenos no justifican que respondamos poniéndonos a la misma altura...
Volviendo al Círculo de Bellas Artes: en realidad, lo novedoso no fueron los planteamientos, inquietudes y lamentos, sino el derrotero que pudo tomar el debate que suscitaron. Por ejemplo: al tocar el delicado asunto de la actitud de los gobiernos hacia el pueblo saharaui, José Taboada, Presidente de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS Sahara), advirtió: "Todos han sido iguales: ninguno, cuando ha llegado al poder ha hecho nada por el pueblo saharaui, etc. etc."
Dicho así, en un acto convocado por un partido que está luchando duramente por abrirse hueco ante los intentos de asfixia que le acechan de izquierda y de derecha, podía sonar un “cuidado, que ahora dicen que están con el Sáhara pero si llegasen al poder harían lo mismo que los demás”. En época electoral, el mensaje tiene su aspecto disuasorio si es que a alguien se le ha ocurrido algun forma de castigo, a través del voto, como dicen las encuestan que van a hacer los británicos el próximo día 7 para darle su merecido a todos los chupóbteros de su Parlamento con la abstención, como mínimo.
Pero, la verdad, es que lo de “todos los partidos son iguales”, se ha convertido en un lamento tan recurrente en actos sobre el Sáhara en España que lo anormal en este caso hubiese sido no oírlo. Yo misma por ejemplo, en una conferencia en la Universidad de Valladolid, se lo oí tal cual como lo había dicho Taboada (casi con las mismas palabras) a un señor sentado entre el público que, por cierto, luego me dijeron que tenía alguna responsabilidad en la Asociación de Amigos del Sáhara de esa zona.
A Taboada, de inmediato le contestó el profesor Carlos Ruiz Miguel, experto en Derecho Internacional, que estaba de oyente entre el público y que contestó que lo de "todos han sido iguales, nada", porque “no es lo mismo un Gobierno de UCD que declaró solemnemente en Naciones Unidas que el conflicto sólo se resolverá cuando el pueblo saharaui se pronuncie en referéndum, que un Gobierno de Felipe González que expulsa a los representantes del Frente Polisario de España y firma acuerdos de pesca con Hassán II; o que un Gobierno del PP de Aznar que se opuso en Naciones Unidas a que se aprobase una resolución que abría las puertas a la solución de la autonomía marroquí (el plan Baker I), a un PSOE de Zapatero que, en lugar de unir fuerzas con su Gobierno contra la agresión marroquí con la que Mohamed VI contestó, se puso a favor de la tradicional política de chantaje con la que Marruecos, desde los tiempos de Franco, viene interfiriendo y cortocircuitando la acción diplomática española.
El sentido de la intervención del profesor Ruiz Miguel, era evidente: en primer lugar, recordar que en estos 33 años que viene durando el conflicto sí hubo un momento en que EE UU estuvo dispuesto a apretar el acelerador junto a España para desbloquer el contencioso con el plan Baker II que, aunque no fuese lo ideal (dejaba votar a todos los colonos marroquíes en el territorio, cosa inédita en los procesos de descolonización en los que nunca se vio que se permitiese el voto al colonizador) fue aprobado por el Polisario; segundo, que ese nuevo plan (el llamado Plan Baker II) con el el que el entonces enviado del secretario general de la ONU James Baker rectificó el rumbo promarroquí del primero y puso al alcance de la mano un referéndum que se evaporó con las bombas del 11-M en la estación de Atocha, ocurrió durante el Gobierno de Aznar y que ello no fue por una casualidad; y tercero, que decir que todos “los gobiernos han sido iguales”, sólo tiene un resultado práctico: el de ocultar la gran diferencia que está marcando la política de Zapatero respecto al Sáhara, con un promarroquinismo como nunca hubo en ninguno de los gobiernos que le precedieron. (Todavía no habíamos tenido el
bonito y muy diferente
viaje del parlamentario del PSOE a las zonas ocupadas).
Como recordó el profesor Ruiz Miguel, a estas alturas de su segundo mandato, Zapatero sigue echándole en cara a Aznar el haber descarrilado las relaciones con Marruecos para destacar una de sus grandes virtudes, la de llevarse bien con Mohamed VI, un monarca feudal que todavía practica un asfixiante absolutismo a tiro de piedra de nuestras fronteras. Lo que no suele contar Zapatero es que esa armonía es a costa, entre otros asuntos, de la política que debería llevar a cabo España para ser de verdad ese adalid del cumplimiento de la legalidad internacional que el PSOE predica con tanto ahínco para los demás, especialmente si quien falta a la Ley es EEUU.
Cabe hacer de ello una importante deducción: si el precio de llevarse bien con Mohamed VI es a costa del pueblo saharaui y de un ridículo internacional (por la vía de la dejación de nuestros compromisos históricos y del obligado cumplimiento de la carta de la ONU), cabe preguntarse qué ocurriría ahora si Sarkozy lograse el bingo de ponerse de acuerdo con Obama en uno de esos toma y daca que son el pan nuestro de cada día en las relaciones internacionales, ofreciéndole a la administración americana algo clave para uno de esos asuntos más prioritarios para EEUU (en Oriente Próximo, por ejemplo) y exigiendo como recompensa un plan Baker I o similar para ese asunto tan prioritario para los intereses galos como es la francofonización del Magreb. Evidentemente, si la respuesta de España (potencia que sigue teniendo palabra sobre el asunto, a pesar de los españoles) corresponde a un Gobierno de Zapatero deseoso de que no le estalle ante las narices un nuevo Perejil, habrá que contar como mínimo con ese silencio administrativo tan valioso para Marruecos como un “sí adelante”.
La conclusión lógica para un veterano en el apoyo al pueblo saharaui bien informado es obvia y circuló entre el público. ¿Qué hacer para que Zapatero y Moratinos no sigan por el feo camino que han tomado? Con una comunidad tan numerosa como la que alimenta el círculo de 35.000 familias que acogen cada año a niños saharauis (y que luego los visitan a sus jaimas en los campamentos), hay evidentemente un amplio abanico de posibilidades. Si la opinión pública española pudo hacer cambiar con sus movilizaciones y su voto la política en Irak, con un tercero de por medio mucho más poderoso y temible que el Marruecos de Mohamed VI como era el EEUU de Bush y Cheney, ¿qué impide que esa comunidad solidaria no le de un buen correctivo a Zapatero y Moratinos?
José Taboada respondió aludiendo a la escasa capacidad de movilización del personal: “¿Manifestaciones? ¿Protestas? Para qué: al final nos vemos allí las caras los mismos de siempre…”
No le falta razón por extraño que parezca. Hay al año una gran manifestación en noviembre para recordar que la transición dejó sin resolver la vergúenza de los acuerdos de Madrid de 1975 pero, si se organizan protestas el resto del año, el panorama es desolador. Es un fenómeno a estudiar porque, los mismos que podrían ir a esas protestas y no van, no se pierden una cuando se trata de Irak o Palestina. Quizás haría falta que les enviasen SMS y “pásalos”. Claro que si sus dirigentes en las asociaciones les siguen asegurando que “todos los partidos son iguales” y contribuyen a que crean que lo correcto es que se queden en casa, concentrados en el asunto humanitario, los SMS y los pásalo de poco iban a servir.
P.D. País Vasco y Sáhara. Edgardo, respecto a tu comentario en la entrada anterior, efectivamente estamos en tiempos difíciles y la primavera tampoco ayuda anímicamente al optimismo. Pero una vez que nos hemos desahogado, ¿qué? Si me permites, yo sugeriría entrar en acción con un recurso de lo más pacífico y a la vez efectivo: un gugueleo rápido o una sesión en biblioteca para darle un mazazo al principal activo del “enemigo”: su capacidad por extender la mentira y la confusión para que no veamos por qué el caso del SÁHARA NADA TIENE QUE VER CON EL CASO DEL PAÍS VASCO. Hacer como que son lo mismo es precisamente lo que pretende el diputado del PP Gustavo de Arístegui (para disuadir a sus votantes de acercarse a los saharauis) y, por ello, ha recibido una medalla de Mohamed VI. Desde el punto de vista del derecho internacional, para empezar, el asunto del Sáhara está incluido en los
dossieres de descolonización, como lo fue en su tiempo Argelia o Mauritania. Algo que, evidentemente, nunca ocurrió con el País Vasco. Tampoco hay ni una sola resolución de la ONU que reconozca el derecho de la autodeterminación del pueblo vasco mientras, en cambio, las que se lo reconocen al pueblo saharaui desde mediados de los sesenta del siglo pasado se cuentan por docenas. Eso sin contar con la respuesta que le dio en 1975 el Tribunal Internacional de La Haya a la petición que le hizo Marruecos y que no tenía otro objetivo que lograr una revisión del reconocimiento de este derecho: con toda la documentación que Rabat aportó para intentar probar que la comunidad internacional se había equivocado y que el Sáhara había sido parte de Marruecos antes de la llegada de los colonizadores, la alta instancia reiteró las razones históricas sobre las que se habían fundamentado las resoluciones de la ONU, es decir, que el Sáhara fue marroquí.
Yo creía haber incluido un parrafillo sobre el asunto en el artículo que hice hace poco en el GEES sobre similitudes y diferencias entre el caso de Kosovo y el Sáhara pero se ve que al final preferí aligerar. En cualquier caso podría servirte para tener una idea de cómo el poder simula que estas diferencias no son importantes cuando se trata de favorecer a Marruecos a costa de los saharauis, pero en cambio se las toma con papel de fumar cuando afectan a su propia casa (
aquí te lo dejo). También hay interesantes artículos de expertos mucho más preparados que yo en la materia del derecho como los profesores Carlos Ruiz Miguel (tiene un blog, por cierto que te recomiendo) y Juan Soroeta Liceras, profesor de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea. Y si no, no te preocupes, que ya volverá a saltar el tema cualquier día de estos porque esta falsa similitud está muy de moda en el argumentario de los propios invasores marroquíes.