Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional

miércoles, 3 de diciembre de 2008

A VUELTAS CON VAN WALSUM

Las declaraciones de Van Walsum me produjeron un profundo impacto. Esa esa la razón de no haber vuelto desde el verano. No fueron las fatigas de la playa y las paellas familiares, ni los aires serranos de Soria los que me anestesiaron. Fue Wan Valsum. Me refiero al diplomático holandés que ha estado durante tres años ejerciendo el cargo de representante personal del secretario general de la ONU para el Sáhara. Al no ser renovado en su cargo en agosto, se despachó contra los simpatizantes del pueblo saharaui. Estos solidarios, vino a decir, tienen la culpa de su destitución y de que la ONU no pueda resolver desde hace más de 33 años el conflicto que provocaron los monarcas alauitas con la invasión de la colonia española. En lugar de apoyar su resistencia, dice, los solidarios españoles deberían convencer a los dirigentes del Polisario para que renuncien a sus derechos reconocidos por varias resoluciones de la ONU y se integren de una vez en Marruecos con ese estatuto de autonomía que el rey Mohamed les va a regalar como premio extraordinario por tanta prueba de sensatez.

Sorprendente para un señor que ha estado de alto cargo en un organismo desde el que, cada día, se nos reprende machaconamente (a los ciudadanos del mundo opulento) por no ser más solidarios con las víctimas de la injusticia mundial que, por definición, siempre es responsabilidad exclusivamente nuestra. Repasé de nuevo los recortes de prensa por si lo había entendido mal. Pero no, lo que dijo Van Walsum es que estos miles de españoles (cada año hay 35.000 familias que acogen a niños saharauis durante el verano, familias que han adoptado no sólo a los niños sino también a sus familias) son unos radicales peligrosos que, queriendo hacer el bien, no hacen más que prolongar los sufrimientos de los saharauis comiéndoles el coco para que no cedan en su ilusión de lograr un referéndum que la ONU les debe desde 1991.

Lo inmediato es pensar: "Otro promarroquí en las alturas de la ONU vendiendo las bondades de la nacionalidad autonómica marroquí a los saharauis en lugar de hacer su trabajo y organizar el dichoso referéndum". No sería la primera y, desgraciadamente, probablemente tampoco sería la última, que en la ONU hay un alto funcionario que está en lo que no debería. Además, él ya había dicho antes lo de que "la independencia del Sáhara no es un objetivo realista" que suele ser una de las ideas-fuerza del guión de los promarroquíes. De hecho el Polisario le había puesto la proa por eso de que no es propio de un mediador de la ONU pronunciarse a favor o en contra de una cuestión sobre la que sólo deberían opinar (de eso se supone que va el referéndum) los saharauis. Por mi parte, hubiese despachado la cuestión sin más problema que el preceptivo ataque de indignación si no hubiese sido porque, a esta conclusión, Van Walsum llega tras admitir que la culpa de que ese referéndum no se celebre no es de nadie más que del agresor de los saharauis y que, si la ONU no hace su trabajo como debiera es porque Marruecos tiene un gran enchufe entre los miembros del Consejo de Seguridad. El propio Van Walsum dice que él no es promarroquí que eso es un sanbenito, viene a decir, que le han colocado los extremistas propolisarios... A ver si de verdad es así …

Repasé en el archivo y, efectivamente, hasta ahora no forma parte del perfil de ningún defensor de la posición alauita (y menos en la ONU) sugerir que hay una parte (la marroquí) en el conflicto que merecería recibir el bofetón que se le dio a Saddam Hussein cuando se quiso anexionar Kuwait por la vía de los hechos consumados y que hay otra, el pueblo saharaui, que tiene el derecho internacional de su parte pero no hay manera de que se cumpla. Este tipo de conclusiones suelen rumiarlas gente a la que Marruecos descalifica de propolisaria. Así que si me quedase sólo con esta secuencia, el discurso de Van Walsum tendría otro significado muy distinto, el de alquien que, después de estar tres años en el tema, ha llegado a la conclusión de que la ONU no sirve ni siquiera para zanjar un conflicto cuya solución es una simple consulta en la que deberían votar entre 80.000 personas y, 240.000, según las opciones barajadas desde 1991. Eso explicaría el tono de recriminación hacia el movimiento solidario: "Abrid los ojos y resignaros porque la ONU no va a ser capaz de cumplir sus compromisos y los paganos van a ser los pobres saharauis que van a tener que seguir viviendo en la miseria de los campos de refugiados".

¿No será que tenemos ante nosotros a un rebelde de la ONU, una de esas voces que ya han recurrido al fracaso del Sáhara para demostrar que este organismo no funciona y que hay que hacer algo al respecto? Eso explicaría el hecho de que el secretario general Ban Ki-moon no le hubiese renovado en el cargo, porque en la jerarquía onusiana no se admiten ese tipo de críticas.

Repasé de nuevo lo que dijo Van Walsum buscando frases que den pistas (la suerte es que lo ha dicho por escrito). Leo y releo y va a ser que no, que no es un rebelde sino uno de esos funcionarios que busca la solución cómoda: como la ONU no es capaz de aplicar el derecho como debiera, la única forma de sacar a los saharauis de los campos de refugiados es obligándoles (ellos son la parte débil del conflicto) a aceptar una chapuza, la de la claudicación ante la parte que se valió de la estrategia de hechos consumados para apropiarse de su tierra y las riquezas que contiene. La prueba que confirma mi sospecha es esa frase en la que dice a un periodista que está muy decepcionado porque su jefe, Ban Ki-moon no ha sido lo receptivo que él esperaba a sus argumentos y ya en abril no incluyó sus recomendaciones en su informe sobre cómo andaba la cuestión saharaui. A menos que, esta decepción no forme parte de un paripé entre él y su antiguo jefe…

Como da a entender un declarado promarroquí que también fue alto cargo de la ONU en relación con el Sáhara (Erik Jensen), a Ban Ki-moon no le quedaba otra que prescindir de Van Walsum, aunque por lo bajinis esté de acuerdo con él y, hasta agradecido: como dicen los saharauis, el holandés se ha quemado con un escoramiento público que le descalifica como mediador neutral. Después de ese osado paso, había que destituirlo para guardar las formas. Pero, gracias a ese sacrificio, Ban Ki-moon puede hacer como que lo del realismo promarroquí ha sido cosa de su subalterno aunque en la práctica, el mensaje que se les está mandando a los saharauis, es que deben flexibilizar posturas (es decir, que renunciar a sus derechos), no vaya a ser que en la próxima tengan menos suerte y se imponga una solución a las bravas. Tomada así, la destitución de Van Walsum se convertiría en una nueva pieza de la larga farsa en la que se ha convertido el asunto del Sáhara. Ello explicaría también que sus jefes le permitiesen llegar tan lejos y que no hayan dicho hasta ahora ni mu sobre esos insólitos argumentos (los impedimentos del Consejo de Seguridad para que se apliquen las resoluciones) que no dejan demasiado bien parada a la ONU.

En estos casos, siempre resulta muy esclarecedor comprobar las reacciones en Marruecos y Argelia. Si están contentos en Rabat, malo para el Polisario. Si lo ven bien en Argelia, es porque en Marruecos echan pestes (imposible hasta ahora una coincidencia entre los dos vecinos sobre este asunto), luego es bueno para los saharauis. Pero pasan las semanas y, rastreando la prensa de Marruecos, especialmente la muy afín a un poder que no permite precisamente grandes libertades en el campo de la expresión, lo que proliferan son grandes loas a la labor del diplomático holandés. Por algo será porque allí, en cuanto alguien no hace o dice lo que a ellos les conviene lo encierran en una mazmorra bajo tierra y, si vuelve a ver la luz, ya se puede a dar con un canto en los dientes. Y si no, que se lo pregunten a Aminetu Haidar, la Gandhi saharaui, por ejemplo. O a Zahra Boudkour, de 21 años, sindicalista comunista marroquí, un crimen mucho menos grave en Marruecos que el de poner en duda la marroquinidad de las mal llamadas “provincias del Sur”. Y si el culpable goza del salvavidas de una nacionalidad extranjera, lo mínimo que puede pasarle es que le señalen como un islamófobo (como si los saharauis no fuesen también musulmanes) o fachas…

Algunos portavoces del Polisario dicen con benevolencia que, probablemente, lo que le ocurrió a Van Walsum es que el gran estrés que ha tenido que soportar a su venerable edad (74 años) le acabó pasando factura y que buscó con sus tesis realistas una huida hacia delante. Vale, aceptemos la atenuante con la que, una vez más, se ha demostrado que el Polisario no es radical ni siquiera con quienes les han hecho una faena. Es sin embargo difícil dejar de darle vueltas a la posibilidad de que lo de Van Walsum no sea un simple ataque de nervios. Y, si no es así, se supone que debería tener un objetivo. ¿Cuál? Para tener todos los elementos he seguido los consejos de Óscar y he hecho una de esas reflexiones con pies de página que ayudan a encajar las piezas con cierto orden y ciencia. ( www.gees.org/articulo/6059)

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