De verdad que no lo entiendo. Un conocido dirigente del Frente Polisario acaba de decir alto y claro que el Gobierno de Zapatero dio un paso atrás respecto a la era Aznar en la cuestión del Sáhara Occidental y que la ambigüedad del PSOE respecto al futuro de este trozo de hispanidad en el norte de África es fruto de un cálculo deliberado y alevoso, el de los que tienen como prioridad no hacer nada que moleste al rey Mohamed de Marruecos.
Los amigos del pueblo saharaui, en su mayoría entregados votantes del PSOE e IU, también deben haberse quedado de una pieza ante unas declaraciones que no se pueden tomar como una simple queja: sabiendo lo susceptible que son los sultanes de Marruecos con el asunto del Sáhara, lo único que garantiza que no se incomoden es, como mínimo, no hacer nada para que desde Rabat se deje de obstaculizar la celebración del referéndum de la ONU sobre la autodeterminación de la antigua colonia; justo lo contrario de lo que España debería hacer por solidaridad y por puro cumplimiento de sus obligaciones con las Naciones Unidas. Es como decir que Zapatero, el paladín de la legalidad internacional, sólo tiene principios e interés en las resoluciones de la ONU cuando no le causan problemas con Mohamed VI.
¿Cómo se les ocurre? ¡Eso no puede ser más que una calumnia! Es más, la simple alusión a que Zapatero haya hecho menos que su antecesor Aznar por las víctimas de una injusticia suena a maniobra de quintacolumnistas propeperos.
Todo el mundo sabe que la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui (reconocido por la ONU) ha sido siempre una de las señas de identidad de la superioridad moral de la izquierda española frente a los nietos de los franquistas como Aznar, responsables de la traición y entrega del Sáhara a Marruecos, en 1975. Decirle a los simpatizantes de la causa saharaui que Zapatero ha hecho menos por el pueblo saharaui que Aznar, es acusar finamente al Gobierno del PSOE de haberse puesto del lado de los agresores, los invasores marroquíes del Sáhara que intentaron una solución definitiva del conflicto con tácticas genocidas como los bombardeos de napalm. Es, además, como decirles que fueron víctimas de una gran engañifa cuando votaron a Zapatero creyendo que con ello le daban una oportunidad a la política ética, el pacifismo y la defensa de la legalidad internacional frente al belicismo pro Bush de Aznar. En fin, una estocada certera al principal activo de la política exterior (y, quizás, también de la interior) del líder de la Alianza de las Civilizaciones.
Colocar a Zapatero del lado del opresor, aunque sea por omisión, pulveriza ese halo angelical que le da al presidente poderes contra las maniobras crispadoras con que el PP intenta incitar a la defección, por ejemplo, aireando esa crisis que, como mucho (dice Solbes), se limita a una “desaceleración efectiva”.
¿Será que el Polisario se ha hecho del PP? Pues eso sí que es para romperle los esquemas al personal. Cómo va un movimiento que nació marxista, al que el franquismo tachó de subversivo y que el PSOE consideró desde los tiempos de la transición como ideológicamente afín (incluso “hermano”), a pasarse al PP… Claro que ese guiño a Aznar, como queriendo dar a entender que el ex presidente no lo hizo todo tan mal, resulta un tanto sospechoso en el crítico momento por el que atraviesa la política española.
Quizás, con tantos problemas a los que tienen que hacer frente los dirigentes polisarios (el recorte de las ayudas a sus refugiados, las maniobras de Marruecos para que la ONU renuncie a celebrar el referéndum, un enviado espacial de Naciones Unidas que se ha puesto del lado del rey Mohamed…), se les ha escapado que el PP anda inmerso en una guerra fratricida en la que nos jugamos mucho todos los demócratas y defensores de las causas justas.
El ex presidente socialista de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, defensor a ultranza de la lucha del Polisario, lo ha explicado muy bien hace poco: lo que se libra en el PP es mucho más que un “quítate tu que me pongo yo”: es una guerra de buenos (Rajoy, Gallardón y Fraga) contra malos (Esperanza Aguirre, María San Gil y el más malo de todos, Aznar); que los malos se oponen a que los buenos pongan en marcha una línéa "modernizadora" del partido y son elementos totalitaristas que "se cansaron de jugar a la democracia". Si pierden los progres del PP, todos estaremos en peligro porque habrán ganado los nostálgicos del franquismo. Con esa aclaración de Ibarra, ya no debería quedar ninguna duda de por qué el PSOE ha hecho suya la causa de los buenos del PP al grito de ¡todos a una Fuenteovejuna!
¿Cómo se les ocurre a los saharauis decir, justo ahora, nada que pueda sumar puntos a favor del abyecto y fachísimo Aznar, el capo de los malos, el que maneja los hilos entre bastidores de la banda a derrotar? A menos que los saharauis se hayan hecho efectivamente de derechas y de la extrema, muy extrema derecha…Seguimos como empezamos, sin resolver el galimatías. No queda más que seguir investigando.
FIN
Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional
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