Las declaraciones de Van Walsum me produjeron un profundo impacto. Esa esa la razón de no haber vuelto desde el verano. No fueron las fatigas de la playa y las paellas familiares, ni los aires serranos de Soria los que me anestesiaron. Fue Wan Valsum. Me refiero al diplomático holandés que ha estado durante tres años ejerciendo el cargo de representante personal del secretario general de la ONU para el Sáhara. Al no ser renovado en su cargo en agosto, se despachó contra los simpatizantes del pueblo saharaui. Estos solidarios, vino a decir, tienen la culpa de su destitución y de que la ONU no pueda resolver desde hace más de 33 años el conflicto que provocaron los monarcas alauitas con la invasión de la colonia española. En lugar de apoyar su resistencia, dice, los solidarios españoles deberían convencer a los dirigentes del Polisario para que renuncien a sus derechos reconocidos por varias resoluciones de la ONU y se integren de una vez en Marruecos con ese estatuto de autonomía que el rey Mohamed les va a regalar como premio extraordinario por tanta prueba de sensatez.
Sorprendente para un señor que ha estado de alto cargo en un organismo desde el que, cada día, se nos reprende machaconamente (a los ciudadanos del mundo opulento) por no ser más solidarios con las víctimas de la injusticia mundial que, por definición, siempre es responsabilidad exclusivamente nuestra. Repasé de nuevo los recortes de prensa por si lo había entendido mal. Pero no, lo que dijo Van Walsum es que estos miles de españoles (cada año hay 35.000 familias que acogen a niños saharauis durante el verano, familias que han adoptado no sólo a los niños sino también a sus familias) son unos radicales peligrosos que, queriendo hacer el bien, no hacen más que prolongar los sufrimientos de los saharauis comiéndoles el coco para que no cedan en su ilusión de lograr un referéndum que la ONU les debe desde 1991.
Lo inmediato es pensar: "Otro promarroquí en las alturas de la ONU vendiendo las bondades de la nacionalidad autonómica marroquí a los saharauis en lugar de hacer su trabajo y organizar el dichoso referéndum". No sería la primera y, desgraciadamente, probablemente tampoco sería la última, que en la ONU hay un alto funcionario que está en lo que no debería. Además, él ya había dicho antes lo de que "la independencia del Sáhara no es un objetivo realista" que suele ser una de las ideas-fuerza del guión de los promarroquíes. De hecho el Polisario le había puesto la proa por eso de que no es propio de un mediador de la ONU pronunciarse a favor o en contra de una cuestión sobre la que sólo deberían opinar (de eso se supone que va el referéndum) los saharauis. Por mi parte, hubiese despachado la cuestión sin más problema que el preceptivo ataque de indignación si no hubiese sido porque, a esta conclusión, Van Walsum llega tras admitir que la culpa de que ese referéndum no se celebre no es de nadie más que del agresor de los saharauis y que, si la ONU no hace su trabajo como debiera es porque Marruecos tiene un gran enchufe entre los miembros del Consejo de Seguridad. El propio Van Walsum dice que él no es promarroquí que eso es un sanbenito, viene a decir, que le han colocado los extremistas propolisarios... A ver si de verdad es así …
Repasé en el archivo y, efectivamente, hasta ahora no forma parte del perfil de ningún defensor de la posición alauita (y menos en la ONU) sugerir que hay una parte (la marroquí) en el conflicto que merecería recibir el bofetón que se le dio a Saddam Hussein cuando se quiso anexionar Kuwait por la vía de los hechos consumados y que hay otra, el pueblo saharaui, que tiene el derecho internacional de su parte pero no hay manera de que se cumpla. Este tipo de conclusiones suelen rumiarlas gente a la que Marruecos descalifica de propolisaria. Así que si me quedase sólo con esta secuencia, el discurso de Van Walsum tendría otro significado muy distinto, el de alquien que, después de estar tres años en el tema, ha llegado a la conclusión de que la ONU no sirve ni siquiera para zanjar un conflicto cuya solución es una simple consulta en la que deberían votar entre 80.000 personas y, 240.000, según las opciones barajadas desde 1991. Eso explicaría el tono de recriminación hacia el movimiento solidario: "Abrid los ojos y resignaros porque la ONU no va a ser capaz de cumplir sus compromisos y los paganos van a ser los pobres saharauis que van a tener que seguir viviendo en la miseria de los campos de refugiados".
¿No será que tenemos ante nosotros a un rebelde de la ONU, una de esas voces que ya han recurrido al fracaso del Sáhara para demostrar que este organismo no funciona y que hay que hacer algo al respecto? Eso explicaría el hecho de que el secretario general Ban Ki-moon no le hubiese renovado en el cargo, porque en la jerarquía onusiana no se admiten ese tipo de críticas.
Repasé de nuevo lo que dijo Van Walsum buscando frases que den pistas (la suerte es que lo ha dicho por escrito). Leo y releo y va a ser que no, que no es un rebelde sino uno de esos funcionarios que busca la solución cómoda: como la ONU no es capaz de aplicar el derecho como debiera, la única forma de sacar a los saharauis de los campos de refugiados es obligándoles (ellos son la parte débil del conflicto) a aceptar una chapuza, la de la claudicación ante la parte que se valió de la estrategia de hechos consumados para apropiarse de su tierra y las riquezas que contiene. La prueba que confirma mi sospecha es esa frase en la que dice a un periodista que está muy decepcionado porque su jefe, Ban Ki-moon no ha sido lo receptivo que él esperaba a sus argumentos y ya en abril no incluyó sus recomendaciones en su informe sobre cómo andaba la cuestión saharaui. A menos que, esta decepción no forme parte de un paripé entre él y su antiguo jefe…
Como da a entender un declarado promarroquí que también fue alto cargo de la ONU en relación con el Sáhara (Erik Jensen), a Ban Ki-moon no le quedaba otra que prescindir de Van Walsum, aunque por lo bajinis esté de acuerdo con él y, hasta agradecido: como dicen los saharauis, el holandés se ha quemado con un escoramiento público que le descalifica como mediador neutral. Después de ese osado paso, había que destituirlo para guardar las formas. Pero, gracias a ese sacrificio, Ban Ki-moon puede hacer como que lo del realismo promarroquí ha sido cosa de su subalterno aunque en la práctica, el mensaje que se les está mandando a los saharauis, es que deben flexibilizar posturas (es decir, que renunciar a sus derechos), no vaya a ser que en la próxima tengan menos suerte y se imponga una solución a las bravas. Tomada así, la destitución de Van Walsum se convertiría en una nueva pieza de la larga farsa en la que se ha convertido el asunto del Sáhara. Ello explicaría también que sus jefes le permitiesen llegar tan lejos y que no hayan dicho hasta ahora ni mu sobre esos insólitos argumentos (los impedimentos del Consejo de Seguridad para que se apliquen las resoluciones) que no dejan demasiado bien parada a la ONU.
En estos casos, siempre resulta muy esclarecedor comprobar las reacciones en Marruecos y Argelia. Si están contentos en Rabat, malo para el Polisario. Si lo ven bien en Argelia, es porque en Marruecos echan pestes (imposible hasta ahora una coincidencia entre los dos vecinos sobre este asunto), luego es bueno para los saharauis. Pero pasan las semanas y, rastreando la prensa de Marruecos, especialmente la muy afín a un poder que no permite precisamente grandes libertades en el campo de la expresión, lo que proliferan son grandes loas a la labor del diplomático holandés. Por algo será porque allí, en cuanto alguien no hace o dice lo que a ellos les conviene lo encierran en una mazmorra bajo tierra y, si vuelve a ver la luz, ya se puede a dar con un canto en los dientes. Y si no, que se lo pregunten a Aminetu Haidar, la Gandhi saharaui, por ejemplo. O a Zahra Boudkour, de 21 años, sindicalista comunista marroquí, un crimen mucho menos grave en Marruecos que el de poner en duda la marroquinidad de las mal llamadas “provincias del Sur”. Y si el culpable goza del salvavidas de una nacionalidad extranjera, lo mínimo que puede pasarle es que le señalen como un islamófobo (como si los saharauis no fuesen también musulmanes) o fachas…
Algunos portavoces del Polisario dicen con benevolencia que, probablemente, lo que le ocurrió a Van Walsum es que el gran estrés que ha tenido que soportar a su venerable edad (74 años) le acabó pasando factura y que buscó con sus tesis realistas una huida hacia delante. Vale, aceptemos la atenuante con la que, una vez más, se ha demostrado que el Polisario no es radical ni siquiera con quienes les han hecho una faena. Es sin embargo difícil dejar de darle vueltas a la posibilidad de que lo de Van Walsum no sea un simple ataque de nervios. Y, si no es así, se supone que debería tener un objetivo. ¿Cuál? Para tener todos los elementos he seguido los consejos de Óscar y he hecho una de esas reflexiones con pies de página que ayudan a encajar las piezas con cierto orden y ciencia. ( www.gees.org/articulo/6059)
Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional
miércoles, 3 de diciembre de 2008
sábado, 14 de junio de 2008
GALIMATÍAS SAHARAUI
De verdad que no lo entiendo. Un conocido dirigente del Frente Polisario acaba de decir alto y claro que el Gobierno de Zapatero dio un paso atrás respecto a la era Aznar en la cuestión del Sáhara Occidental y que la ambigüedad del PSOE respecto al futuro de este trozo de hispanidad en el norte de África es fruto de un cálculo deliberado y alevoso, el de los que tienen como prioridad no hacer nada que moleste al rey Mohamed de Marruecos.
Los amigos del pueblo saharaui, en su mayoría entregados votantes del PSOE e IU, también deben haberse quedado de una pieza ante unas declaraciones que no se pueden tomar como una simple queja: sabiendo lo susceptible que son los sultanes de Marruecos con el asunto del Sáhara, lo único que garantiza que no se incomoden es, como mínimo, no hacer nada para que desde Rabat se deje de obstaculizar la celebración del referéndum de la ONU sobre la autodeterminación de la antigua colonia; justo lo contrario de lo que España debería hacer por solidaridad y por puro cumplimiento de sus obligaciones con las Naciones Unidas. Es como decir que Zapatero, el paladín de la legalidad internacional, sólo tiene principios e interés en las resoluciones de la ONU cuando no le causan problemas con Mohamed VI.
¿Cómo se les ocurre? ¡Eso no puede ser más que una calumnia! Es más, la simple alusión a que Zapatero haya hecho menos que su antecesor Aznar por las víctimas de una injusticia suena a maniobra de quintacolumnistas propeperos.
Todo el mundo sabe que la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui (reconocido por la ONU) ha sido siempre una de las señas de identidad de la superioridad moral de la izquierda española frente a los nietos de los franquistas como Aznar, responsables de la traición y entrega del Sáhara a Marruecos, en 1975. Decirle a los simpatizantes de la causa saharaui que Zapatero ha hecho menos por el pueblo saharaui que Aznar, es acusar finamente al Gobierno del PSOE de haberse puesto del lado de los agresores, los invasores marroquíes del Sáhara que intentaron una solución definitiva del conflicto con tácticas genocidas como los bombardeos de napalm. Es, además, como decirles que fueron víctimas de una gran engañifa cuando votaron a Zapatero creyendo que con ello le daban una oportunidad a la política ética, el pacifismo y la defensa de la legalidad internacional frente al belicismo pro Bush de Aznar. En fin, una estocada certera al principal activo de la política exterior (y, quizás, también de la interior) del líder de la Alianza de las Civilizaciones.
Colocar a Zapatero del lado del opresor, aunque sea por omisión, pulveriza ese halo angelical que le da al presidente poderes contra las maniobras crispadoras con que el PP intenta incitar a la defección, por ejemplo, aireando esa crisis que, como mucho (dice Solbes), se limita a una “desaceleración efectiva”.
¿Será que el Polisario se ha hecho del PP? Pues eso sí que es para romperle los esquemas al personal. Cómo va un movimiento que nació marxista, al que el franquismo tachó de subversivo y que el PSOE consideró desde los tiempos de la transición como ideológicamente afín (incluso “hermano”), a pasarse al PP… Claro que ese guiño a Aznar, como queriendo dar a entender que el ex presidente no lo hizo todo tan mal, resulta un tanto sospechoso en el crítico momento por el que atraviesa la política española.
Quizás, con tantos problemas a los que tienen que hacer frente los dirigentes polisarios (el recorte de las ayudas a sus refugiados, las maniobras de Marruecos para que la ONU renuncie a celebrar el referéndum, un enviado espacial de Naciones Unidas que se ha puesto del lado del rey Mohamed…), se les ha escapado que el PP anda inmerso en una guerra fratricida en la que nos jugamos mucho todos los demócratas y defensores de las causas justas.
El ex presidente socialista de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, defensor a ultranza de la lucha del Polisario, lo ha explicado muy bien hace poco: lo que se libra en el PP es mucho más que un “quítate tu que me pongo yo”: es una guerra de buenos (Rajoy, Gallardón y Fraga) contra malos (Esperanza Aguirre, María San Gil y el más malo de todos, Aznar); que los malos se oponen a que los buenos pongan en marcha una línéa "modernizadora" del partido y son elementos totalitaristas que "se cansaron de jugar a la democracia". Si pierden los progres del PP, todos estaremos en peligro porque habrán ganado los nostálgicos del franquismo. Con esa aclaración de Ibarra, ya no debería quedar ninguna duda de por qué el PSOE ha hecho suya la causa de los buenos del PP al grito de ¡todos a una Fuenteovejuna!
¿Cómo se les ocurre a los saharauis decir, justo ahora, nada que pueda sumar puntos a favor del abyecto y fachísimo Aznar, el capo de los malos, el que maneja los hilos entre bastidores de la banda a derrotar? A menos que los saharauis se hayan hecho efectivamente de derechas y de la extrema, muy extrema derecha…Seguimos como empezamos, sin resolver el galimatías. No queda más que seguir investigando.
FIN
Los amigos del pueblo saharaui, en su mayoría entregados votantes del PSOE e IU, también deben haberse quedado de una pieza ante unas declaraciones que no se pueden tomar como una simple queja: sabiendo lo susceptible que son los sultanes de Marruecos con el asunto del Sáhara, lo único que garantiza que no se incomoden es, como mínimo, no hacer nada para que desde Rabat se deje de obstaculizar la celebración del referéndum de la ONU sobre la autodeterminación de la antigua colonia; justo lo contrario de lo que España debería hacer por solidaridad y por puro cumplimiento de sus obligaciones con las Naciones Unidas. Es como decir que Zapatero, el paladín de la legalidad internacional, sólo tiene principios e interés en las resoluciones de la ONU cuando no le causan problemas con Mohamed VI.
¿Cómo se les ocurre? ¡Eso no puede ser más que una calumnia! Es más, la simple alusión a que Zapatero haya hecho menos que su antecesor Aznar por las víctimas de una injusticia suena a maniobra de quintacolumnistas propeperos.
Todo el mundo sabe que la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui (reconocido por la ONU) ha sido siempre una de las señas de identidad de la superioridad moral de la izquierda española frente a los nietos de los franquistas como Aznar, responsables de la traición y entrega del Sáhara a Marruecos, en 1975. Decirle a los simpatizantes de la causa saharaui que Zapatero ha hecho menos por el pueblo saharaui que Aznar, es acusar finamente al Gobierno del PSOE de haberse puesto del lado de los agresores, los invasores marroquíes del Sáhara que intentaron una solución definitiva del conflicto con tácticas genocidas como los bombardeos de napalm. Es, además, como decirles que fueron víctimas de una gran engañifa cuando votaron a Zapatero creyendo que con ello le daban una oportunidad a la política ética, el pacifismo y la defensa de la legalidad internacional frente al belicismo pro Bush de Aznar. En fin, una estocada certera al principal activo de la política exterior (y, quizás, también de la interior) del líder de la Alianza de las Civilizaciones.
Colocar a Zapatero del lado del opresor, aunque sea por omisión, pulveriza ese halo angelical que le da al presidente poderes contra las maniobras crispadoras con que el PP intenta incitar a la defección, por ejemplo, aireando esa crisis que, como mucho (dice Solbes), se limita a una “desaceleración efectiva”.
¿Será que el Polisario se ha hecho del PP? Pues eso sí que es para romperle los esquemas al personal. Cómo va un movimiento que nació marxista, al que el franquismo tachó de subversivo y que el PSOE consideró desde los tiempos de la transición como ideológicamente afín (incluso “hermano”), a pasarse al PP… Claro que ese guiño a Aznar, como queriendo dar a entender que el ex presidente no lo hizo todo tan mal, resulta un tanto sospechoso en el crítico momento por el que atraviesa la política española.
Quizás, con tantos problemas a los que tienen que hacer frente los dirigentes polisarios (el recorte de las ayudas a sus refugiados, las maniobras de Marruecos para que la ONU renuncie a celebrar el referéndum, un enviado espacial de Naciones Unidas que se ha puesto del lado del rey Mohamed…), se les ha escapado que el PP anda inmerso en una guerra fratricida en la que nos jugamos mucho todos los demócratas y defensores de las causas justas.
El ex presidente socialista de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, defensor a ultranza de la lucha del Polisario, lo ha explicado muy bien hace poco: lo que se libra en el PP es mucho más que un “quítate tu que me pongo yo”: es una guerra de buenos (Rajoy, Gallardón y Fraga) contra malos (Esperanza Aguirre, María San Gil y el más malo de todos, Aznar); que los malos se oponen a que los buenos pongan en marcha una línéa "modernizadora" del partido y son elementos totalitaristas que "se cansaron de jugar a la democracia". Si pierden los progres del PP, todos estaremos en peligro porque habrán ganado los nostálgicos del franquismo. Con esa aclaración de Ibarra, ya no debería quedar ninguna duda de por qué el PSOE ha hecho suya la causa de los buenos del PP al grito de ¡todos a una Fuenteovejuna!
¿Cómo se les ocurre a los saharauis decir, justo ahora, nada que pueda sumar puntos a favor del abyecto y fachísimo Aznar, el capo de los malos, el que maneja los hilos entre bastidores de la banda a derrotar? A menos que los saharauis se hayan hecho efectivamente de derechas y de la extrema, muy extrema derecha…Seguimos como empezamos, sin resolver el galimatías. No queda más que seguir investigando.
FIN
domingo, 8 de junio de 2008
DIPLOMACIA SOLIDARIA DE CORTO ALCANCE
Poco habló José Luis Rodríguez Zapatero de sus planes en política exterior durante una campaña electoral en la que Rajoy, por su parte, tampoco hizo grandes referencias a ese frente, como si la acción en el escenario internacional no acabase repercutiendo en la capacidad de los españoles para resistir al pulso cotidiano con la hipoteca y la cesta de la compra que tanto le preocupa al líder del PP.
Pasado el fragor de la batalla por el voto, el presidente Zapatero no ha tardado, sin embargo, en dar señales de cuáles van a ser las prioridades de su diplomacia. En el discurso ante las Cortes con el que pidió la confianza de los españoles, Zapatero las resumió en una serie de ideas con mucho componente ético: "Pido su confianza", dijo, "para ahondar en nuestro empeño europeísta, para defender la legalidad internacional y para combatir en primera línea contra el cambio climático, la pobreza y a favor de la paz".
El programa responde a esa "idea de España" que el presidente quiere poner en marcha para que todos los españoles podamos sentirnos orgullosos de vivir en un país ejemplar y decente, que lidera los cambios sociales, económicos y medioambientales incluso más allá de sus fronteras. Una idea de España que rezuma superioridad moral frente a ese PP de José María Aznar, cosechador de guerras injustas, incluso en ese deseo por contribuir a que Europa gane peso e influencia en la escena internacional: el suyo no es un propósito inspirado por sentimientos de europeo egoísta, sino de abanderado de la causa por la paz que ve en la consolidación europea la mejor apuesta para que su sueño se convierta en realidad frente a la falta de respeto y los peligros de "los abusos hegemónicos".
En la fiesta de la Rosa de los socialista vascos en Baracaldo, Zapatero volvió a reiterar su compromiso con un mundo mejor que ya nos demostró en su anterior legislatura con su intento por liderar una Alianza de las Civilizaciones que su partido vendió como un gran éxito y de la que nada volvimos a saber tras el sonado fracaso de su última reunión. Pero ahora, el presidente tiene una nueva estrategia que le va a permitir hacer algo más que mera exibición de iniciativa, pisando sobre terreno sin estar a expensas de terceros. Se trata de convertir al África subsahariana en el nuevo eje de la acción exterior de esta legislatura. Dicho y hecho. Para allá que ya estaba volando la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega rumbo a Níger con una comitiva de 40 españolas dispuestas a demostrar que España es diferente con uno de los países más pobres del continente.
La misión contenía todos los elementos necesarios para hacer feliz al electorado español, en especial a los votantes arrebatados por el PSOE a Izquierda Unida, muy sensibles a la versión laica del ejercicio de la caridad que gestionan las ONG, esas organizaciones teóricamente no gubernamentales que se alimentan en su mayoría con las subvenciones del estado: el anuncio de un plan de 60 millones de euros para apoyar el "desarrollo político, social, cultural y económico" de los países más pobres de África; la celebración de un Foro de Reflexión sobre Seguridad Alimentaria y Cambio Climático que, se subrayó, fue "auspiciado" por España; fotos que retratan la solidaridad con las mujeres, principales víctimas de la falta de desarrollo, en el III Encuentro África-España: Mujeres por un Mundo Mejor…
Lo sorprendente es que la prioridad a la solidaridad con los desgraciados de África dada por el Gobierno de Zapatero no comience, como suele ocurrir con el resto de las diplomacias, por aquellos países donde la presencia colonial tejió especiales vínculos de historia y cultura en común. Al fin y al cabo, este tramo de nuestro pasado sólo ha dejado dos pequeñas islas de hispanidad en el continente, Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental. Además, son pequeñas en cuanto a número de habitantes pero la situación tan dramática que arrastran las ha convertido en un pozo sin fondo de nuestra solidaridad.
Es comprensible que la vicepresidenta no se haya siquiera planteado una visita a Guinea Ecuatorial a pesar de que allí los altos índices de pobreza, mortalidad y desnutrición infantil, baja esperanza de vida (no supera los 43 años) o muerte por enfermedades que en el primer mundo se curan con un antibiótico, no son fruto del cambio climático, ni de la pertinaz sequía, ni de la falta de recursos. Allí lo que mata es la voracidad de un dictador insaciable, Teodoro Obiang Nguema que dispone de la enorme riqueza petrolera del país como si fuese su botín personal. Por lo tanto, la situación requiere algo más que desembarcar y limitarse a abrir el monedero para repartir el dinero del contribuyente sin exigir contrapartidas en su aprovechamiento.
No tiene sentido organizar un viaje tan lejos para meterese en camisa de once varas con un dictador que puede fastidiar un periplo tan complejo de organizar en cuanto sospeche que vienen a tirarle de las orejas, prohibiendo incluso el aterrizaje del avión como hizo con el ex presidente Adolfo Suárez. Pero resulta decepcionante que, con tanta preocupación por la suerte de los africanos, ni De la Vega ni ningún otro miembro del Gobierno haya dicho ni mu sobre el último pucherazo con el que Obiang acababa de arrogarse una victoria electoral del 99% de los votos. Peor aún es que no parece haber hecho mella en sus sensibles ánimos las noticias sobre los últimos muertos por las atroces palizas y sesiones de tortura a opositores o, simplemente, a ciudadanos que decidieron no depositar su voto en las urnas en señal de rechazo a la farsa.
Desgraciadamente, la vocación solidaria del Gobierno zapaterista también ha corrido un tupido velo sobre la ola de represión con la que las fuerzas de seguridad marroquí están intentando silenciar estos días a los estudiantes saharauis que exigen que se celebre el referéndum de autodeterminación prometido por la ONU a su pueblo. ¿Y qué tal un viaje a los a los campamentos del sur de Argelia donde malviven miles de refugiados saharauis huidos de la ocupación marroquí? Resultaría de lo más fotogénico y a los electores del PSOE y de IU, grandes simpatizantes de la causa saharaui, les encantaría.
Además, si hay algún lugar en la tierra donde Zapatero puede dar una lección al mundo de su compromiso con la legalidad internacional, es precisamente el Sáhara Occidental donde nuestra condición de potencia administradora reconocida por la ONU convierte en un incumplimiento de nuestros deberes internacionales no exigir a Marruecos que deje de boicoter el referéndum. Pero claro, la España que se enorgullece de haber dado plantón al todopoderoso imperialismo yanki en Irak, no se atreve con el hermano marroquí, no vaya a ser que se enfade.
Pasado el fragor de la batalla por el voto, el presidente Zapatero no ha tardado, sin embargo, en dar señales de cuáles van a ser las prioridades de su diplomacia. En el discurso ante las Cortes con el que pidió la confianza de los españoles, Zapatero las resumió en una serie de ideas con mucho componente ético: "Pido su confianza", dijo, "para ahondar en nuestro empeño europeísta, para defender la legalidad internacional y para combatir en primera línea contra el cambio climático, la pobreza y a favor de la paz".
El programa responde a esa "idea de España" que el presidente quiere poner en marcha para que todos los españoles podamos sentirnos orgullosos de vivir en un país ejemplar y decente, que lidera los cambios sociales, económicos y medioambientales incluso más allá de sus fronteras. Una idea de España que rezuma superioridad moral frente a ese PP de José María Aznar, cosechador de guerras injustas, incluso en ese deseo por contribuir a que Europa gane peso e influencia en la escena internacional: el suyo no es un propósito inspirado por sentimientos de europeo egoísta, sino de abanderado de la causa por la paz que ve en la consolidación europea la mejor apuesta para que su sueño se convierta en realidad frente a la falta de respeto y los peligros de "los abusos hegemónicos".
En la fiesta de la Rosa de los socialista vascos en Baracaldo, Zapatero volvió a reiterar su compromiso con un mundo mejor que ya nos demostró en su anterior legislatura con su intento por liderar una Alianza de las Civilizaciones que su partido vendió como un gran éxito y de la que nada volvimos a saber tras el sonado fracaso de su última reunión. Pero ahora, el presidente tiene una nueva estrategia que le va a permitir hacer algo más que mera exibición de iniciativa, pisando sobre terreno sin estar a expensas de terceros. Se trata de convertir al África subsahariana en el nuevo eje de la acción exterior de esta legislatura. Dicho y hecho. Para allá que ya estaba volando la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega rumbo a Níger con una comitiva de 40 españolas dispuestas a demostrar que España es diferente con uno de los países más pobres del continente.
La misión contenía todos los elementos necesarios para hacer feliz al electorado español, en especial a los votantes arrebatados por el PSOE a Izquierda Unida, muy sensibles a la versión laica del ejercicio de la caridad que gestionan las ONG, esas organizaciones teóricamente no gubernamentales que se alimentan en su mayoría con las subvenciones del estado: el anuncio de un plan de 60 millones de euros para apoyar el "desarrollo político, social, cultural y económico" de los países más pobres de África; la celebración de un Foro de Reflexión sobre Seguridad Alimentaria y Cambio Climático que, se subrayó, fue "auspiciado" por España; fotos que retratan la solidaridad con las mujeres, principales víctimas de la falta de desarrollo, en el III Encuentro África-España: Mujeres por un Mundo Mejor…
Lo sorprendente es que la prioridad a la solidaridad con los desgraciados de África dada por el Gobierno de Zapatero no comience, como suele ocurrir con el resto de las diplomacias, por aquellos países donde la presencia colonial tejió especiales vínculos de historia y cultura en común. Al fin y al cabo, este tramo de nuestro pasado sólo ha dejado dos pequeñas islas de hispanidad en el continente, Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental. Además, son pequeñas en cuanto a número de habitantes pero la situación tan dramática que arrastran las ha convertido en un pozo sin fondo de nuestra solidaridad.
Es comprensible que la vicepresidenta no se haya siquiera planteado una visita a Guinea Ecuatorial a pesar de que allí los altos índices de pobreza, mortalidad y desnutrición infantil, baja esperanza de vida (no supera los 43 años) o muerte por enfermedades que en el primer mundo se curan con un antibiótico, no son fruto del cambio climático, ni de la pertinaz sequía, ni de la falta de recursos. Allí lo que mata es la voracidad de un dictador insaciable, Teodoro Obiang Nguema que dispone de la enorme riqueza petrolera del país como si fuese su botín personal. Por lo tanto, la situación requiere algo más que desembarcar y limitarse a abrir el monedero para repartir el dinero del contribuyente sin exigir contrapartidas en su aprovechamiento.
No tiene sentido organizar un viaje tan lejos para meterese en camisa de once varas con un dictador que puede fastidiar un periplo tan complejo de organizar en cuanto sospeche que vienen a tirarle de las orejas, prohibiendo incluso el aterrizaje del avión como hizo con el ex presidente Adolfo Suárez. Pero resulta decepcionante que, con tanta preocupación por la suerte de los africanos, ni De la Vega ni ningún otro miembro del Gobierno haya dicho ni mu sobre el último pucherazo con el que Obiang acababa de arrogarse una victoria electoral del 99% de los votos. Peor aún es que no parece haber hecho mella en sus sensibles ánimos las noticias sobre los últimos muertos por las atroces palizas y sesiones de tortura a opositores o, simplemente, a ciudadanos que decidieron no depositar su voto en las urnas en señal de rechazo a la farsa.
Desgraciadamente, la vocación solidaria del Gobierno zapaterista también ha corrido un tupido velo sobre la ola de represión con la que las fuerzas de seguridad marroquí están intentando silenciar estos días a los estudiantes saharauis que exigen que se celebre el referéndum de autodeterminación prometido por la ONU a su pueblo. ¿Y qué tal un viaje a los a los campamentos del sur de Argelia donde malviven miles de refugiados saharauis huidos de la ocupación marroquí? Resultaría de lo más fotogénico y a los electores del PSOE y de IU, grandes simpatizantes de la causa saharaui, les encantaría.
Además, si hay algún lugar en la tierra donde Zapatero puede dar una lección al mundo de su compromiso con la legalidad internacional, es precisamente el Sáhara Occidental donde nuestra condición de potencia administradora reconocida por la ONU convierte en un incumplimiento de nuestros deberes internacionales no exigir a Marruecos que deje de boicoter el referéndum. Pero claro, la España que se enorgullece de haber dado plantón al todopoderoso imperialismo yanki en Irak, no se atreve con el hermano marroquí, no vaya a ser que se enfade.
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